Escuelas infantiles municipales
ME llamo Jaione, tengo 30 años, y soy exalumna de la escuela infantil municipal Printzearen Harresi de Pamplona. Tengo dos hijos: Mikel, de 1 año, e Irune, de 3. El pequeño va a la escuela infantil municipal La Milagrosa de Pamplona, mientras que la niña asiste a Printzearen Harresi.
Como alumna:
Algunos de los mejores momentos de mi niñez están ligados a esta escuela. No solo recuerdo con nostalgia los juegos, las manualidades, las pinturas, barro, juegos de olores y sabores, teatros de marionetas? que ocupaban gran parte de nuestro tiempo, sino también las entretenidas y educativas salidas al parque de bomberos, a una granja? Lo que no era tan agradable era la hora de la comida. Al no ser una niña buena comedora no era el mejor momento del día?, pero a muchos peques les pasa. ¡Con lo que disfrutamos de la comida cuando nos hacemos mayores!
Aun y todo, mi madre siempre me recuerda que cuando iba a recogerme yo no quería irme de allí.
Como madre:
Me hizo mucha ilusión llevar a mi hija a la misma escuela a la que fui yo y descubrir que había cosas con las que yo disfrutaba y que seguían estando ahí: juguetes y cuentos de toda la vida que, por mucho que pasen los años, siguen siendo disfrutados por los niños.
Como madre estoy muy satisfecha con el trato que les dan a mi hijo e hija y a todos los niños y niñas. Les veo evolucionar día a día y relacionarse a la perfección gracias a las múltiples actividades y a las educadoras. Por todo ello, las escuelas infantiles públicas son un lugar seguro, hecho para los niños y niñas que evolucionan con ellos, ofreciéndoles un trato familiar y cercano.
El primer año y medio es cuando más cambian. El paso de estar tumbados a caminar supone el descubrimiento de todo un mundo nuevo para los niños. Por ello, es importante que el aula se vaya adaptando a sus cambios y necesidades: el paso de tener los juguetes en el suelo para que todo esté accesible a los niños y niñas que no andan, a las pequeñas rampas, escaleras y estanterías que se adaptan para la nueva etapa es significativo.
Como madre, lo que más me ha llamado la atención y más me ha gustado ha sido la experiencia con el movimiento, ya que en esta etapa es muy gratificante. Por ejemplo, en estas escuelas infantiles a las que van mi hijo e hija se sigue el método de Emmi Pikler, en el que se le deja el niño total libertad de movimiento, sin forzarles a posturas que no pueden alcanzar por ellos solos, y así ellos son mucho más autónomos, no necesitan la mano de un adulto y nos reclaman mucho menos.
Al principio, cuando nos lo explicaron me sorprendió e incluso algunos padres y madres se mostraron un poco escépticos con la idea, ya que con este método no se sienta a los niños y niñas ni se les enseña a andar, sino que se potencia su autonomía. Sin embargo, después de comprobar este método en mi propio hijo, solo puedo recomendarlo: de estar tumbado boca arriba, a girarse y ponerse boca abajo, de girar a sentarse él solo, de sentarse a gatear. Cuando empiezan a gatear llegan a todos los lugares, cuando andan aprenden a caer y a no hacerse daño.
Desde los 6 meses hasta los 3 años tiene contacto con los talleres que son con los que más disfrutan. Pueden mojarse, pintar y pintarse, mancharse de barro, conocer y descubrir objetos nuevos, cosas que en nuestras casas, adaptadas a los adultos, no son fáciles de hacer.
Mis hijos han aprendido en la escuela a socializarse, a tener y resolver conflictos con sus compañeros de aula, hábitos como lavarse, comer, dormir. Todo eso nos ha ayudado mucho para seguir trabajando así en casa y nos facilita bastante esta difícil tarea que es ser madre o padre.
Jaione Pejenaute