No lo iba a contar, pero creo que sí. Sólo espero que los avances de la inteligencia artificial no acaben con las ilusiones de mi madre. En una de las visitas rutinarias, allá desde el salón, escuché una voz que decía: “Can you repeat that?”, “You’re welcome”, a lo que mi madre, con rigor y obediencia, lo repetía. Yo adoro a mi madre. Y lo hago con la fuerza que le lleva a seguir aprendiendo.
Hace poco, Meta, Google, Facebook o Instagram, ya no sé qué es nada, así que lo pongo todo encima a modo de jenga, anunció una actualización de IA capaz de traducir en tiempo real cualquier idioma. Su promesa decía: “despídase” de aprender idiomas. Y justo ahora. Sólo espero que mi madre no se entere.
Leyendo y releyendo noticias al respecto, ninguna tranquilizadora debo decir, me vinieron a la cabeza conflictos que se podrían ocasionar por el hecho de que dejáramos de aprender idiomas, bueno, básicamente, de aprender cualquier cosa. El hecho de pensar en mi madre sin su fiel amiga, esa “cacatúa virtual”, me produce una sordidez terrible.
Para muchos esta actualización será revolucionaria. Hablaremos en nuestro idioma, para su traducción simultánea a cuántos idiomas queramos y para cuantas personas queramos. Parece una novela de Sharpe. Eso sí, sin conocimiento, la confianza en lo que te dicen debe ser ciega. Tenaz. A regañadientes. Pero yo lo dudo.
Ojalá mi madre tarde en descubrirlo. Y siga estudiando, y no nos encontremos en algún país lejano, preguntando por la IA la hora que es, para que luego nos de el destino de un local de patatas fritas. En el mejor de los casos.