la nominación del nombre viene a ser el distingo necesario para las relaciones entre humanos (mucho más correcto que el nº del carnet de identidad). El apellido viene a distinguir aquellas identificaciones similares, ya que la profusión de nombres en las primeras épocas conocidas fue poco extenso. Aún en el siglo XVI, vemos que las variantes son muy rígidas (de Juan, Johan, Juancho, Joanes, Joanot, Johanes, Joanicot, etcétera).

El apellido pues se fue haciendo esencial, y vemos apellidos totalmente arraigados que tuvieron su conformación entre las raíces vascas y las nominaciones extrajeras. En cuanto a la reciente película de Ocho apellidos vascos, he de decir que no la he visto, por lo que el presente artículo no es de crítica a la misma, ni alabatoria ni denigratoria.

Así Munio-ain se llega a traducir como lugar (euskera) y munio (nombre romano) o Zoco que puede interrelacionarse en su aplicación similar a rincón, plaza o mercado de interpretación vasca, judía o árabe. Intríngulis sobre los que me abstendré de profundizar, dada mi falta de conocimientos y estudios al efecto. Son luego las investigaciones de Roger Collins (Los vascos, 1995), las que me llamaron la atención, en razón de aportar la importancia de la madre en la adopción de matronímicos en los siglos X y XI como renombres en el incipiente apellidaje. Y dejo ahí el estudio de dicha época por carecer de suficientes conocimientos sobre ella.

Donde sí puedo hablar con una autoridad de la que carezco sobre otras épocas es ya en el siglo XVI, donde la casa toma el nombre y da origen al apellido: Jaimerena, Santioenea, Santxorena, Juanerenea, etcétera.

Los apellidos se adquieren en primer lugar por el nombre de las casas, por lo que el cambio de domicilio por matrimonio deriva a que el contrayente foráneo (mayoritariamente el hombre) adquiera el apellido de la casa donde va. Los protocolos notariales existentes en el AGN (especialmente he revisado las notarías de Elizondo), contienen abundantes ejemplos de lo que aquí expongo.

En primer lugar, el renombre o apellido se comienza a emplear con el nombre de la casa, de la que sus habitantes se apellidan con su nombre. Sobresalen la cantidad de casas que dan apellido con el nombre del cura o la iglesia: Elizegi, Elizalde, Elizetxe, Elizondo, Elizburu, Apetzetxea, Apeztegi, Apetzarena, etcétera.

La abundancia de apellidos Arretxea (en casi todos los pueblos del Baztan hay una casa que lo lleva) nos hace deducir que en ese siglo se multiplican las casas de sillería (todavía una mayoría tenían a la madera como elemento esencial) y el orgullo es presumir de dicha casa por el apellidaje.

En segundo lugar, tendríamos el apellido que tiene por base el oficio. Así vemos Aroztegia, Barberena, etcétera, e incluso apellidos compuestos con oficios recogidos directamente del castellano.

En tercer lugar, se hallan los derivados del origen de los pueblos o lugares de procedencia, que se pueden hacer tan extensivos como nombres de estos existen.

Y en cuarto lugar, podríamos conceptuar los alias o sobrenombres con los que se les llama comúnmente, y a falta de otra razón, empleados para identificarse ante notarios, escribanos, recaudadores o tribunales, compuestos por particularidades físicas, motes u otros conceptos.

Un caso excepcional que se sale de estas reglas es de los casos en que el apellido se hace duple. Son casos mucho más recientes, y su ubicación se puede establecer casi prácticamente en el territorio de Bizkaia. Su realización no resulta identificatoria solamente, sino que al sumar los apellidos del padre y de la madre, se trata de alardear del orgullo ascendiente de ambas ramas de la familia.

Sobre esta duplicidad, que recoge humorísticamente la película, solo quiero dejar asentado que se produce a partir del llamado siglo español de las luces, que estimulaba el orgullo de hidalguía, limpieza de sangre y nobleza, por la monarquía española y otorgaba lustre por los servicios prestados a favor del imperio. Toda una materia de interés para ser tenida en cuenta, pero de nula objetividad social actual.

No existe posibilidad de formar el árbol genealógico correcto, por lo menos a los que venimos de familias vulgares más atrás del siglo XVIII, dado que como ya hemos dicho, los apellidos se cambiaban al casar a casa diferente. Ello no obsta para que lo conozcamos y sirva para reírnos de nosotros mismos, como el mejor medio de solazarnos y desahogarnos de tensiones presentes.

Que conste que estoy deseando ver la película. Entretanto diré que al único vasco que he visto presumir de sus 8 apellidos vascos es al para mí renegado Víctor Manuel Arbeloa. Fue el año 1979 cuando lo conocí, y él me expresó cuando me lo presentaron que el Frente Navarro independiente lo formaban personas de varias ideologías para que no salieran los de siempre: "Vamos desde ? que es nacionalista hasta yo que soy marxista".

El lugar donde alardeó de sus ocho apellidos vascos fue en el mitin que dio por la citada coalición en Elizondo en la sala Pierrot. Al fracasar el FNI, corrió al PSOE y cuando éste no lo puso en las listas a Europa para un segundo viaje, pasó a los brazos del navarrismo español.

Como digo, es para aprender a reírnos de nosotros mismos.