antes de que alguien salga al paso con acusaciones de escritorzuelo e historiandero local que tanto lucen en la vanagloria de los considerados prohombres de la excelencia académica, habré de defender esta fecha como la huella dejada por lo que es algo más que una intuición particular, al pertenecer desde tiempo finisecular al imaginario de nuestra población de Uharte. Ello se puede apreciar en el propio informe elaborado a instancias del MI Ayuntamiento de la villa uhartearra que, a propuesta del concejal don Juan Maria Feliú Dord, el pleno aprobase por unanimidad en día 22 de diciembre de 2015. Así, y no habiéndose podido datar mediante carta fundacional el origen de la Villa de Uharte, propuse la de 1090 no por ser la más antigua, sino por entender que en la historiografía actual y estudios corográficos del pasado cuenta con cerca de un milenio de presencia. En definitiva, de lo que se trata, ni más ni menos, es de realzar la presencia de la misma en la señalización viaria de acceso al término y casco urbano de la misma con el simbolismo de una fecha que trasciende el momento dado convirtiéndose así en verdadero acontecimiento para el imaginario de la villa y de sus habitantes.

Lo verdaderamente importante, por tanto, de este relato que toma la referencia de la fecha de 1090 consiste en la constatación de la importancia que para los uhartearras siempre ha tenido la aspiración a erigirse en comunidad propia, con todos sus derechos y, cómo no, obligaciones, segregándose incluso del Valle de Egüés al que originariamente perteneciera ejerciendo como cabeza de comarca. Es decir, no ser ni del rey ni del obispo sino, muy al contrario, de ellos mismos en la medida que fuera posible.

Por ello, encontrar un documento fundacional -que de haber existido a no dudar hubiese aportado más seguridad jurídica e histórica que la fecha traída aquí- no ha sido el objeto primordial de la búsqueda. Uharte, en este sentido no data. Lo cual no sigifica, en modo alguno, que su antigüedad sea menor sino todo lo contrario. La historia interesa también aquí como una parte de la explicación de la mentalidad obrada en nuestra población. Su material preeminente constituye, en todo caso -y en eso no creo descubrir nada-, la memoria registrada de los intereses públicos y privados, comunitarios, recogidos mediante actas, escrituras, contratos, etcétera; lo cual, en ocasiones, consigue hacer que tengamos una visión excesivamente oficializada de la misma y, por ende, también, de sus relatos. Y uno de estos ha marcado la condición reconocida en el año de 1665 -con clara resistencia parte de otras villas que ya contaban con tal privilegio participando en la Cortes por el brazo de las universidades- de un estatus que en su época nos costara la nada desdeñosa cantidad de diez y seis mil reales de vellón.

Por tanto, y en breve recapitulación de los hechos institucionales más relevantes de la misma durante las primeras centurias del segundo milenio, podemos afirmar que data su antigüedad documental desde finales del siglo X, mencionándose la importancia del molino de Atea ya en el año de 986, según el cronista del reino padre Moret; y constatándose que pasa de ser una Tenencia del reino de Pamplona, durante los siglos XI-XII, a dominio del obispo, entre los siglos XII-XIII (año de 1135), hasta su recuperación por el rey como lugar de realengo en el año de 1223. Como tal, Uharte habrá de quedar exento de contribuciones en el siglo XV por la cesión al mismo del molino de Balberrota (año de 1423) y, finalmente, tras duro debate con las Cortes del Reino, consigue el título de Buena Villa, así como su segregación del Valle de Egüés, en el siglo XVII y fecha de 1665.

En diferentes memoriales realizados para la consecución de este último título se encuentra siempre presente la fecha del año 1090 como aquella en la cual Sancho Ramírez, a la sazón Rey de Pamplona y Aragón, convocara las denominadas como Cortes de Uharte donde se reunieron los representantes más destacados de los reinos de Aragón, Pamplona y Sobrarbe con el pueblo para dirimir las diferencias habidas entre ellos. Ello dio pie a que los cronistas de la villa, desde el siglo XVII, como lo fuera el subprior de la colegiata de Roncesvalles, natural de la Villa, Joan de Huarte (1614, en su obra Silva de varia licción...), hasta el más cercano escritor Antonio Pérez Goyena, SJ (1952, en sus Apuntes históricos de la villa de Huarte), considerasen esta fecha de 1090 como la más importante del imaginario colectivo de sus habitantes.

Las Cortes de Uharte tuvieron su importancia en el debate historiográfico sobre las fuentes del derecho foral abriendo una controversia cuyos protagonistas iniciales se encuentran en el primer tercio del siglo XIX, con autores como Zuaznavar, Yanguas y Miranda y Tapia; continuando en el XX, entre autoridades como Mayer, Ramos Loscertales y Lacarra, y estando presente aún hoy en día en la obra, por poner un ejemplo, de Armando Torrent (2013).

Finalmente, he querido titular este, por necesidad, breve artículo, como la heterocronía de una fecha por no estar sujeta a una sola interpretación historiográfica. Esto mismo ya, de por sí, nos da una pista de la trascendencia que en momento dado se le atribuyera al mencionado acontecimiento.

El autor es escritor