Al hilo del artículo de Ione Blanzako, publicado el pasado 13 de febrero, quiero decir que mi hija e hijo también han estudiado en Argia Ikastola. Mi hija Uxue terminó el año pasado y a Eneko, más pequeño, le quedan todavía tres. En la línea que comentaba Ione, la verdad es que no podríamos sentir más satisfacción respecto a la enseñanza que se imparte en Argia a todos los niveles: tanto por los contenidos curriculares, por la metodología pedagógica, la calidad en el aprendizaje del inglés, euskara y castellano... Y lo que para mí es aún más importante, por una educación en valores y humana de la que yo personalmente me siento muy orgullosa.
Por eso desde estas líneas quiero agradecer y felicitar a todo el personal de esta ikastola de la que formamos parte por su impecable tarea, gracias de verdad. En este trabajar por el euskara en nuestra Ribera no quiero dejar de felicitar también a AEK, entidad desde la que se llevan años y años trabajando en este sentido y gracias a la cual yo y otras muchas personas de la Ribera somos hoy euskaldunas.
Sin embargo, también tengo que decir con tristeza que, cuando allá por el año 2000 matriculamos a mi hija Uxue en la ikastola, no pudimos optar por nuestra verdadera opción educativa, que era y es la escuela pública en euskara. Aquí en la Ribera somos en muchos temas ciudadanos y ciudadanas de segunda; y en este caso también es así. Si mi familia hubiera vivido, por ejemplo, en Pamplona, habríamos tenido la opción de elegir entre un centro público de línea de euskara o una ikastola.
En un momento en que los recortes campan a sus anchas, creo que es imprescindible fortalecer la lucha por lo público, muy especialmente en los ámbitos de la salud y la educación. Además, la normalización del euskara en nuestra comunidad pasa necesariamente porque la educación en euskara sea una opción real para todo el alumnado. Por todo ello, creo que debemos seguir peleando por una educación de calidad, (y quiero decir calidad de verdad, no parches ni pegotes para cubrir ningún expediente), en euskara y pública, para que todas las personas puedan acceder a ella con independencia de su situación.
Para terminar, quisiera emplazar a nuestros y nuestras representantes políticos, y sobre todo, por qué no decirlo, a los de izquierdas, a que cumplan con sus responsabilidades para que el derecho a una educación pública en euskara no se nos siga negando a tantos y tantas navarras.
La autora es cooperativista de Argia Ikastola