atantos años y parece que fue ayer, los recuerdos se me disparan, porque aun cuando vivíamos en Caracas por ese tiempo, a 8.000 kilómetros de Euskadi, el Aberri Eguna se cuajó allí. El grupo nuclear de Egi Caracas, entre ellos Pello Irujo, que como navarro le tocaba más de cerca, trazaba el Aberri Eguna de Iruña, tratando de mantener el éxito de los de Gernika, Bergara y Gazteiz. Alberto Elosegi, el periodista del grupo, preparaba a tal fin el Boletín Gudari de Euzko Gaztedi (PNV) uno de cuyos lemas era: “La Tierra es mi país, Europa mi provincia, Euskadi mi patria”. El lema fijo, junto al logotipo era: “Por una Euzkadi libre en una Europa unida”.
Recogía ese boletín que fue editado entre 1961/74 en Caracas, de papel liviano y formato pequeño que, en cajas y en coche, atravesaba la cordillera de la costa venezolana, en barco el Atlántico, en mochilas los Pirineos, cuanta información era posible sobre el asunto vasco y motivaba a operaciones de movilización como las de los Aberri Eguna. Manuel Irujo en sus colaboraciones se centraba en el acontecimiento trascendental de ese tiempo, la Comunidad Europea, anunciando que Euzkadi sería una región pues se confiaba en la creación de la Europa de las regiones; se prometía la paz en la impenitente guerrera Europa que ha sido conseguida por más de medio siglo, el tiempo más largo desde 1500, a más de potenciarla como mayor mercado único del mundo, pese a sus defectos y flaquezas; Vicente/ Bingen Ametzaga animaba a los jóvenes a la acción pacífica para recobrar la libertad perdida, Xabier Irurziz analizaba la situación interna del país? los más de los artículos no llevaban firma (era un boletín clandestino), abundaban fotos de miembros del Gobierno Vasco en exilio y de los sucedidos en aquella década de los sesenta, frases de Sabino Arana Goiri, artículos del lehendakari Agirre, poemas, destacaba la operación Ikurriña, denunciaba torturas y subrayaba huelgas, animaba a la mujer vasca a participar, incidía en el Denok Bat y repetidos anuncios del dial de Radio Euzkadi, irrintzi de combate, que en el mayor de los secretos transmitía desde la selva venezolana. Increíble parece que en un pequeño boletín cupiese tanto mensaje, aunque no que supusiera tanto trabajo gratuito y generoso.
Reviso, con manos temblorosas de emoción, el Gudari no. 38/1967, que enuncia: “Iruña, la vieja capital de Euskalerria, nos espera a todos en el Día de la Pascua? convoca a sus hijos a Pamplona, el 26 de marzo. Estudiante, obrero, intelectual, sacerdote, campesino: tu puesto no puede ser cubierto por nadie. Vasco: por una patria libre formada por hombres libres. EGI exige tu presencia en nuestras filas. Unidos, venceremos”. Cabía una alborada de fiesta en el reto del Aberri Eguna, que resucitaba el lema de los Infanzones de Obanos. Radio Euzkadi lanzaba slogans, una activa organización se puso en marcha para distribuir el Gudari y organizar los actos. Había que atender a gente que venía de muchas partes no solo de Euskadi sino del mundo y que llegaron a Iruña en días antecedentes. Uno de los actos fue disponer en la azotea de algunos edificios, ikurriñas (parte de la operación ikurriña) que a las doce serían disparadas para sobrevolar sobre la plaza del Castillo y cuyo mecanismo fue mil veces ensayado. Pello Irujo se agenció, en Estados Unidos, una minúscula y novedosa máquina fotográfica, para grabar discretamente los acontecimientos.
Todo iba bien. La multitud silenciosa circulaba por la plaza. La policía vigilaba, tomados los accesos a Iruña. Cuando dieron las doce, las ikurriñas se dispararon del alto de los edificios y fueron cayendo, planeando, sobre la plaza. La Policía entró en acción inmediata, con orden de retirarlas. Un agente belicoso se dedicó a dar patadas sobre las ikurriñas de papel y Pello Irujo, hasta entonces de actuación prudente, movido por la indignación, gritó un estentóreo Gora Euskadi Askatuta.
Fue detenido, permaneció tres días en prisión y entre tortura y tortura, se tragó el carrete de la máquina fotográfica, que le fue descomisada. Era muy valiosa. Salió en libertad para ser detenido nuevamente con orden de despacho del Estado Español ad eternum. Doce años después, gracias a una amnistía, regularizó su situación. Dos coches policiales nos escoltaron y una vez en Dantzarinea, hubo como una despedida, y no olvidare la frase de un policía que, dirigiéndose a mí, musitó con un tono un no sé qué apesadumbrado: “Si no hubiera gritado askatuta?”.
Eran tiempos de represión, rebeldía y esperanza. Por un lado esperábamos que la Unión Europea aportara beneficios a nuestra vieja causa, por otro lado, confiábamos que la andadura democrática, estancada en el Estado español por décadas, merced a un régimen atroz, abriera puertas hacia un futuro prometedor. Queríamos para nosotros y nuestros hijos vivir en libertad, expresarnos en libertad, respirar libertad. Creíamos sinceramente que los Fueros vascos no eran privilegios, sino leyes propias, creadas libremente y con soberana potestad, sin ingerencia de poder extraño, en palabras de Sabino Arana Goiri que recoge este Gudari no. 38 que mantengo en mis manos y que leo con lágrimas en los ojos, en este recordatorio de aquel día excepcional y que narré en mi libro de recordación: La Txalupa de Radio Euzkadi. Semblanza de Pello Irujo, publicado en 2009 por el Gobierno Vasco.
La autora es bibliotecaria y escritora