Carlismo/Catalanismo
En ocasión del procés y especialmente en los últimos meses ha sido argumento recurrente para explicar como se ha llegado a la situación reivindicativa actual el acudir a los “antecedentes carlistas” del nacionalismo especialmente entre los catalanes y, extensivamente, entre los vascos.
No es nueva la argumentación, como tampoco la controversia respecto a si el catalanismo vertebrado en el siglo XIX realmente tuvo en sus inicios convicción liberal . De esta segunda teoría dejemos que la expongan quienes ?pocos- posiblemente aún la pretenden mantener. Aquí vamos a examinar la mas extendida (en muchas ocasiones para predisponer a la condena del nacionalismo) respecto a la genética carlista del catalanismo.
Algún autor como Joan Bardina (a cuyas propuestas ideológicas se hará posterior referencia) , en su inicial entusiasmo militante llegaría a considerar en su opúsculo “Catalunya i els carlins” (1900) como antecedentes del carlismo catalán, por su continuada oposición al centralismo, hasta las rebeliones “realistas” que iban encaminadas a la restauración de los fueros. Opinión controvertible pero que básicamente coincidía con la del general liberal San Miguel que en su libro “De la guerra civil en España” (1836) intenta dar una explicación a la adhesión a la causa carlista de “la Cataluña, la Navarra y las provincias vascongadas”. Respecto de la primera escribe: “La Cataluña, país quebrado, abriga en su seno un pueblo esforzado y belicoso, en cuyo carácter entra por una de las bases principales un espíritu de independencia que le hace mirar con desvío todo lo que es extraño a su provincia. Gobernar este pueblo ha sido muy dificultoso en todas épocas”, y se remonta al siglo XVII para consignar sus sentimientos contra “los que consideraba como sus opresores” para recordar también “con que constancia, con que tesón, con que ferocidad” se opondría a la casa de Borbón en el XVIII. Similar apreciación le merecía también el mayoritario apoyo al carlismo por los otros territorios peninsulares mencionados: “En la Navarra y provincias Vascongadas milita otra razón, a saber, la de los fueros que los instigadores de la lucha (los carlistas) presentan como comprometidos o muy amenazados” y añade “El apego de estos habitantes, sin exclusión de clase, ni de condiciones, a sus fueros, es un hecho evidente que no se puede oscurecer a los ojos de ningún observador”, para terminar su razonamiento con esta nada despreciable reflexión aplicable a la rebelión de todos los territorios a que hace referencia, y que en definitiva constituye un certero diagnóstico a la inicial y perdurable militancia carlista de sus habitantes: “¿Qué extraño es que el partido enemigo de nuestra causa nacional se haya aprovechado hábilmente de esta circunstancia y atizado con ideas de libertad e independencia sentimientos de odio?”. Asimilaba foralismo a independencia.
Dificilmente podrá hallarse una mas inteligente y acertada interpretación de la continuada motivación y perdurabilidad carlistas, como asimismo un mas lúcido reconocimiento de cual es la moderna raíz de los movimientos nacionales en el actual estado con toda su variedad de reivindicación de derechos como pueblos diferenciados con reconocibles características culturales, históricas y aspiraciones políticas. Para tan agudo observador, a los voluntarios carlistas no les movía ni Dios ni Rey, pero sí la Patria “su” patria, y en ella se compendiaba su cultura, su lengua, su idiosincrasia, su tradición nacional, su propio ser en libertad, lo que en definitiva crea sentimiento de “patria” y mueve a reivindicarla o a defenderla.
Una motivación que Marían Vayreda concretaba en 1898 en su “Recorts de la darrera carlinada”, contienda en la que participó como muy joven voluntario, en estas líneas que no por conocidas han de dejar de ser reproducidas y que traduzco de su original en catalán al igual que haré con todas las siguientes: “Era la doctrina regionalista lo que me seducía. Aunque no la entendía demasiado bien, llevado por un intenso amor a las cosas de casa, presentía la reconstitución de nuestra antigua nacionalidad”. Un posicionamiento claro y definido que llevaría a algunos, como al propio Vayreda, a militancias mas contundentes cuando temporalmente las propuestas políticas de la dirección del partido parecían posponer la fundamental defensa de los derechos de las naciones varias del estado.
Los ideólogos carlistas, fundamentalmente populares en una gran proporción, han ahondado de manera muy eficaz en la construcción de la propuesta que mas que estrictamente regionalista la sobrepasaban alcanzando la cota de la plurinacionalidad y el soberanismo que desde muy temprano fueron proponiéndose tomando como referente el envidiado por su persistencia “querido modelo vasco”. Así, en 1900, el ya mencionado Joan Bardina en “Catalunya i els carlins” asumía tal modelo para proponer una “autonomía completa y absoluta”: “En la ¨autonomía política¨ unos, como los catalanistas, desean Cortes catalanas; otros, como los carlistas, queremos, además, el ¨pase foral¨, aún mas radical”. Criterio este último que para reafirmarlo le motiva recurrir a la opinión de Carlos VII expresada en 1898 y contenida en carta al general carlista Moore invocando “la descentralización administrativa y económica, el respeto a las legislaciones particulares y el ¨pase foral¨, escudo de nuestras libertades” expresión de soberanía. Algo que reafirma el propio Bardina recobrando lo escrito por él mismo en su folleto “Catalunya Autónoma”: “Tan ¨Nación¨ es Catalunya como Portugal? Nada deseamos mas los carlistas que la pronta existencia de ¨Catalunya-Estado¨“, como formula visible de un status que Bardina intenta visibilizar con estos imperfectos ejemplos: “Canadá y la Confederación Nort-Americana nos lo prueban” (¡la Confederación!, el desiderátum de la propuesta territorial carlista).
La soberanía territorial, defendida o propugnada -dependía el matiz si se trataba de los vascos o de otros territorios como Catalunya- por los carlistas, está incluso, o muy principalmente, por encima de la autoridad parlamentaria. Y así, también Bardina escribiría: “Ni las Cortes tienen poder para conculcar la autonomía de las Regiones, que, como consecuencia de causas naturales, es indestructible?”. Criterio fundamental y permanente en el carlismo. Muchos años después, en 1932, el Jefe carlista de Catalunya, Tomás Caylà (asesinado en 1936, al igual que años antes lo había sido su padre) afirmaba en un artículo publicado en la revista carlista “Joventut”, de Valls: “los derechos de Catalunya son superiores a los del estado integral”, manifestación a propósito de la discusión y aprobación del Estatut que no satisfaría a los carlistas al igual que tampoco a gran parte de los catalanes (“no hemos llegado aún a tiempo de imponer nuestra voluntad, sino que hemos de esperar que otros nos concedan lo que es nuestro”, concluyendo con está premonición que mantiene hoy una plena actualidad: “el pleito catalán quedará en pie” ).
¿Existía algún sistema político para articular la convivencia en libertad y la colaboración entre las varias naciones del estado?. Ya quien fuera diputado carlista en las elecciones de 1871, Gabino Tejado, alcanzaba esta concreción: “España es una Confederación de Repúblicas”, definición que años mas tarde, en 1900, reiteraba Joan Bardina: “El Estado español es una Confederación de Regiones? Estas son verdaderas personas jurídicas, y por lo tanto del todo independientes en su gobierno interior. Ni las Cortes (el parlamento) tienen poder para conculcar la autonomía de las Regiones, que, como consecuencia de causas naturales, es indestructible”.
Este claro posicionamiento del partido se materializaría en hechos concretos como la destacada pertenencia a la “Solidaritat Catalana” (1906), y años mas tarde (1930) con la redacción de un “Projecte d´Estatut” solo superado en cuanto a derechos nacionales por el de República Catalana de Francesc Macià. En el carlista se articulaba con delicada sabiduría la relación constitucional pretendida para la convivencia de todas las naciones del estado: “Los pueblos que constituyen la actual España se federaran libremente. Es necesario reconstituir de nuevo aquella Confederación, con igualdad de trato y de personalidad para cada uno de ellos. Dentro de la Confederación, todos los pueblos conservaran plena y absoluta autonomía”.
Y ese mismo espíritu de efectiva propuesta confederal se mantiene en el vasco “Estatuto de Estella” (1932) en cuya elaboración tan decisiva participación tendría el carlismo, un estatuto que sería rechazado por la República Española y en el que los territorios de Euskadi y Navarra (lo que por el carlismo se ha denominado siempre como Euskal Herria) se constituían en “Estado Vasco” (así literalmente se expresaba) con relaciones en la práctica confederales con los demás territorios y el propio estado español.
Recuperada oficialmente la propuesta confederal por el actual partido carlista a partir de 2004, se elaboró un proyecto de Estatut (llamado de Sarrià) claramente confederalista, con la singularidad excepcional, hasta hoy por nadie repetida, de que en su elaboración participarían representantes no solo de Catalunya sino también de Balears y del País Valencià.
Para el carlismo el respeto a las instituciones y particularidades nacionales (lengua y cultura), y promover el pleno autogobierno de las naciones peninsulares en una voluntaria vertebración confederal ha constituido, y constituye, su mas importante seña de identidad, que, además, en las circunstancias actuales que vive Catalunya en su relación con el estado español, puede ser, y de hecho lo es, la mas válida propuesta para articular un proyecto duradero de convivencia frente al desesperado secesionismo de una nación que desde al menos el siglo XVII se ve sometida a la reducción o directa supresión de sus derechos nacionales.
Una propuesta, la Confederal, que se va abriendo camino cada día con mas fuerza. Recientemente varios catedráticos constitucionalistas (Javier Pérez Royo, y Bartolomé Clavero ambos de la universidad de Sevilla; Eliseo Aja, de la de Barcelona, y José Antonio Montilla Martos, de la de Granada) en una inteligente revisión de los problemas territoriales que siguen sin estar solucionados por la actual Constitución abogan por una profunda revisión de la misma y proponen la “constitucionalización como estados confederados del País Vasco y Cataluña con participación autónoma en la Unión Europea”.
Es fácilmente comprobable que su reflexión/propuesta coincide básicamente con la que el carlismo viene haciendo de forma reiterada en el largo transcurso de su historia y que, en líneas generales, hemos expuesto.
Posiblemente porque el subconsciente centralista de quienes en la solución del “problema” catalán solo contemplan la aplicación del art. 155 les hace desechar el reconocimiento de la constructiva aportación carlista en la centenaria confrontación Estado-Catalunya y les provoca el ataque irracional (sin razonamiento válido alguno) contra el veterano partido que, efectivamente, en mas de 180 años ha pervivido en la conciencia nacional de los pueblos del estado. Un ataque que casi en exclusiva proviene de quienes hoy mantienen una visión lastrada por el centralismo totalitario neofranquista que profesan.