como es bien sabido el nuevo y joven líder del Partido Popular, Pablo Casado, ha sufrido últimamente problemas con la justicia y cometido, durante el periodo de primarias y ya como presidente del PP, notables errores o meteduras de pata, que dada la importancia de su cargo y la trascendencia de los temas, valdría la pena comentar.

Comenzamos por sus líos con la justicia a cuenta de sus credenciales académicas, que se iniciaron ya antes de su elección por compromisarios, a consecuencia de sus sorprendentes logros como estudiante, capaz, según las crónicas, de sacarse casi la mitad de la carrera de Derecho en poco más de un trimestre en un centro adscrito a una conocida universidad pública madrileña, sin asistir a clase, obviamente, por imposibilidad física de hacerlo, al carecer, suponemos, del don de la ubicuidad.

No contento con su hazaña en la licenciatura, protagonizó, según los medios, un bis descomunal poco tiempo después, consiguiendo un “máster turbo” en Derecho Público, con profusión de convalidaciones y nula asistencia a clase, en otra universidad pública de la capital. Hay que tener en cuenta que todas estas hombradas las hizo el aventajado alumno metido ya en política y ocupando cargos en el partido, o como diputado autonómico.

Se nos cae la cara de vergüenza a todos los que hemos sacado la carrera en ¡cinco años! Y dedicados nada más que al estudio, en alguna universidad privada del País Vasco. ¡Qué derroche de tiempo y recursos!

En cierto modo uno comprende el ansia del señor Casado por conseguir récords, puesto que en un partido como el suyo todo lo que no sea ser abogado del Estado, registrador de la propiedad, o diplomático acarrea un estigma de estudiante flojo o algo corto de mollera, por lo que hay que demostrar con hazañas académicas casi olímpicas, que no se es del montón.

El personal y lo que es peor, los jueces, parecen dudar de la limpieza, equidad o justicia de tales proezas, por existir ya, además, antecedentes recientes de trato de favor, presunta prevaricación o cohecho de diverso pelaje, por la supuesta inclinación de algunos profesores a ser “amables” con los políticos y aceptar éstos estoicamente los favores académicos. En consecuencia, el señor Casado está siendo objeto de investigación por una jueza de Madrid, quien ha trasladado el asunto al Tribunal Supremo, por ser el susodicho aforado. En resumen, el nuevo líder del PP tiene problemas enojosos con la justicia que en el otoño se dilucidarán.

En el capítulo de errores o meteduras de pata hay que mencionar uno que nos afecta a los navarros. Así, cuentan de nuevo los enterados, que el mentado político profirió en público recientemente, a su paso por Navarra, la afirmación de que el “euskera no es lengua propia de Navarra” y se quedó tan ancho. Se cargó de un plumazo el buen Pablo, a Bernardo Detxepare y su Linguae Vasconum Primitiae, Axular y su Gero, San Francisco Javier o Arturo Campión y tantos otros, todos ellos navarros. En esta época de fake news tamaño dislate dejaría atrás al mismísimo Donald Trump.

Los que hemos nacido no ya en Leitza o Etxarri-Aranatz, sino en las faldas de la sierra de Andia, al norte de Estella, llevamos apellidos vascos, como la gran mayoría de nuestros convecinos, somos navarros de tropecientas generaciones, transitamos todos los días por parajes casi todos con topónimos vascos, detectamos huellas del euskera en muchísimas palabras, y sabemos que el idioma vasco se habló en nuestros pueblos hasta entrado el siglo XIX, nos hacemos cruces ante estas afirmaciones.

El señor Casado, que es de Palencia, hermosa tierra por su románico y pintoresca montaña, no tiene, quizás, obligación de conocer estos temas lingüísticos, por lo cual tendremos que echar la culpa a determinados compañeros, navarros muchas veces, que, no tanto por ignorancia, cuanto por cálculo político, esparcen falsedades estúpidas por puros motivos ideológicos captadores de votos.

Me recuerda este despropósito paulino a otro de don Blas Piñar, quien según dicen, tuvo la desfachatez de decir una vez que el euskera en Navarra era simplemente un contagio de las zonas vascas vecinas, por lo que era ajeno a la historia e identidad de Navarra. Precisamente la historia ya juzgó al señor Piñar como un radical trasnochado carente de toda credibilidad. Esperemos que no siga el señor Casado por esa senda de desvaríos.

El tercer tropezón de Pablo Casado es todavía más reciente y lo ha aireado profusamente la prensa y no precisamente la abertzale, estos últimos días y tiene que ver con el debatido tema del acercamiento de los presos de ETA a cárceles de Euskal Herria. En efecto, el neófito presidente del PP ha manifestado con rotundidad que su partido no tolerará que se acerque a esos presos a sus lugares de origen en el País Vasco y Navarra.

Nos sorprende la obstinación del PP y su líder en este asunto, pues es sabido que incluso su mentor Aznar ya acercó en su tiempo a unos cuantos presos a estos pagos. Una cosa es buscar la impunidad por sus crímenes, que rotundamente rechazamos, y otra acercar a estos penados a Euskal Herria, sobre todo una vez desaparecida ETA y habida cuenta que la misma Ley Penitenciaria vigente exige “evitar el desarraigo de los presos”, manteniéndolos lejos de sus lugares de origen. El alejamiento ocasiona igualmente un castigo añadido innecesario para sus familiares y allegados.

Lo curioso del caso es que ante tales afirmaciones el señor Casado ha sido inmediatamente corregido y desautorizado por las propias asociaciones de víctimas, que consideran el acercamiento bajo ciertas condiciones, como se acaba de hacer, legítimo e inobjetable. ¡Qué plancha don Pablo! Ha quedado como más papista que el Papa.

Permítame, por fin, una modesta sugerencia: medite sus pasos, señor Casado, rodéese de buenos asesores amantes de la verdad, que quizás quedará alguno, y no de tunantes oportunistas y pelee con limpieza y probidad por un lugar en el sol como cualquier hijo de vecino.