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Mensaje a la izquierda: resistir, juntos, es vencer

entramos a partir en una vorágine electoral en la que, si ya era difícil hacer análisis sosegados, de largo alcance debido a que nos movemos en una sociedad líquida, a partir de ahora va a resultar misión imposible. Será una campaña electoral a cara de perro, donde lo emocional se va a imponer a lo ideológico y lo probable es que culmine con un voto desde las entrañas y no desde el cerebro. Así ocurrió en Andalucía y así puede ocurrir ahora, con un elemento de incertidumbre añadido y en esto existe unanimidad en las diferentes encuestas; que aproximadamente un tercio del electorado va a decidir su voto el mismo 28-A. Una campaña inundada por la posverdad, los juego de prestidigitación, con continuos golpes de efecto intentando noquear al contrincante sea como sea y con las malas artes que haga falta. Se va a dejar colgadas en la puerta las chaquetas de principios como ética y honestidad. Aquí toda va a valer con tal de ganar un solo voto. Su diseño no se va a realizar aquí, sino que probablemente ya se esté preparando en el laboratorio sociológico que tiene ese oscuro personaje surgido a la sombra de Donald Trump, Steve Banon. Según todos los indicios mantiene constantes contactos no sólo con Abascal y su Vox, también con Casado y Rivera. Por esa razón será de “guante blanco” entre las tres derechas, más allá de rifirrafes light para aparentar diferencias. Resulta más necesario que nunca que las izquierdas, tradicionalmente cainitas, dejen su confrontación suicida siendo conscientes de que ahora más que nunca van a necesitar entenderse. También utilizando conceptos boxísticos va a ser fundamental aguantar sin besar la lona, porque como en la viaja canción de cuando éramos jóvenes resistir es vencer. Pero la cuestión esta vez es si con resistir será suficiente, si ganar lo va a ser, porque ya se ha demostrado en Andalucía que conseguir más escaños no basta si tus contrincantes suman mayoría absoluta.

Los equipos de campaña saben que esa es la clave, tener los aliados adecuados, que estén cerca y que también ellos consigan el resultado suficiente para sumados a los tuyos poder acceder al poder. Hay dos ejes confrontados, por un lado PP, Cs y Vox, por el otro PSOE y todas las variantes de Podemos, más la izquierda periférica, o sea derecha frente a izquierda. Como se ha demostrado en las últimas ocasiones una vez desaparecido definitivamente el bipartidismo, será necesaria la suma de los “otros”. ¿Y quiénes son los “otros”? Pues los independentistas; PNV, Bildu desde Euskadi; ERC, PDeCAT desde Catalunya. Los acuerdos no van a ser sólo entre afines ideológicos más o menos radicalizados, sino con unos nuevos invitados. Ya no se va a tener que discutir y acordar sólo sobre incrementar o recortar los derechos sociales, o aplicar una política económica más o menos liberal, sino además sobre conceptos que sacuden nuestras normas democráticas como derecho a decidir, o independencia.

Nos van a poner a todos, derechas e izquierdas, frente a la contradicción de no haber sabido resolver cuando debíamos y podíamos las viejas tensiones centro-periferia. Probablemente PSOE y PP se arrepientan de no haberlo hecho cuando dispusieron de mayorías absolutas y se enfrentaron a este reto con mirada corta y no con altura de miras. Quizás también el PP de Rajoy se arrepienta, o quizás lo haya hecho ya antes, de haber presentado aquel recurso contra el Estatut ante el Tribunal Constitucional, que fue el que provocó este tsunami. ¿No habría sido mejor, en un momento en el que una mayoría de catalanes se encontraban encantados con ese nuevo marco de convivencia, haberlo dejado estar?

Pero no se hizo y ahora nos encontramos con que de nuevo es muy probable que, quien desee gobernar, lo tenga que hacer contando con ellos. Eso o un pacto antinatura derecha-izquierda, del que hoy todos reniegan. Aunque ya se sabe que en una época líquida “donde dije digo, digo Diego”. ¿Es eso posible sin cruzar la línea roja de nuestra máxima norma? Parece muy difícil, aunque en política no existe nada imposible. Algunos teóricos constitucionalistas ya nos vienen señalando ciertos caminos. La clave es en el manido “derecho a decidir”. Ese para algunos derecho inalienable, se puede ejercer sin que el resultado sea decisivo, al menos en una primera fase, sino meramente indicativo de por dónde va la sociedad. La propia Constitución nos da esa posibilidad a través de su artículo 92.1 que señala: “Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”.

La clave son dos palabras, “consultivo” y “todos”. ¿Se aceptaría por parte de los independentistas que fuera así? ¿Lo sería por la otra parte que el “todos” se interpretara con amplitud de miras como todos los catalanes? ¿Por qué no aplicar la imaginación, la audacia y la generosidad a este difícil asunto? ¿Por qué no encontrar nuevas soluciones para viejos problemas? Si además le sumáramos un nuevo pacto fiscal que acerque Catalunya a la situación de Euskadi y Navarra, se podía atraer a los sectores más sensatos y pragmáticos del independentismo catalán, que probablemente se fortalezcan en estas elecciones. ¿Todo esto bastaría? No lo sabemos, pero hay que intentarlo y eso probablemente sólo esté en condiciones de hacerlas las izquierdas. Especialmente legitimadas después de saberse en el juicio al procés que la derecha, al menos el gobierno de Rajoy, también estuvo contactando, acordando, aunque fuera a través de intermediarios como Urkullu, con el Gobierno de Puigdemont. Algo habrá que hacer, no podemos estar eternamente con el día de la marmota, porque este país necesita y se merece estabilidad y sosiego. Llevamos demasiado tiempo a la greña y ya va siendo hora de que España y Catalunya se reconcilien y quizás este sea el momento. ¿Resistirá la izquierda este envite? ¿Lo resistirá el país (ponga aquí cada cual lo que desee)? Si apuesta unida por esa nueva vía apuesto a que sí. Veremos?

El autor es exparlamentario y concejal del PSN-PSOE