Es obvio que la división de las izquierdas en Pamplona-Iruña y la concurrencia también por separado al Parlamento de Navarra ha lastrado su influencia electoral y hundido la mayoría que conformaron las urnas en 2015 pese a que Gerona Bai y EH Bildu han mejorado su número de votos y sus porcentajes de apoyo electoral hasta sumar más del 32% frente al 36% del frente de derechas que ha aunado a UPN, PP, Ciudadanos y la mayor parte del electorado que en abril votó a la ultraderecha de Vox. Y es cierto también que en esa estrategia -si ya mostraba dudas en su origen, ahora se ha demostrado erróneas-, se han quedado miles de votos sin representación y se han debilitado los proyectos políticos de Podemos e I-E. Un hecho que, por otra parte, ha sido generalizado en el conjunto del Estado. Por ello, no creo que sea sólo cuestión de la fragmentación de las izquierdas. La mayor parte de los votos que han abandonado Podemos -muy castigado en Navarra por sus peleas internas-, han optado por la lista del PSN antes que por otras de los partidos que han formado parte de los gobiernos del cambio estos cuatro años. No es un hecho menor. Puede apuntar al contenido de los mensajes, discursos y prioridades impulsadas desde la izquierda. Y no sólo en las izquierdas, la reflexión vale también para el conjunto de los partidos que han gobernado las instituciones en Navarra estos cuatro años. Se hace necesario abordar también esa reflexión de fondo una vez que el trabajo y los avances logrados para el interés general -más aún en un Gobierno que ha hecho de las políticas sociales y de la solidaridad sus principales señas de identidad-, han quedado superados por el ruido político y los mensajes más simplistas e identitarios. Quizás ideas como bien común, interés general, solidaridad o justicia están siendo olvidadas en la política del individualismo egoísta del bolsillo particular y del qué hay de lo mío. No lo sé.