De la entrevista en RTVE con Otegi me quedo con que se hizo. No me gustó Otegi. No dijo nada que resaltar y apareció anclado en un discurso obsoleto. Una posición justificativa que quizá valiera para años atrás, pero ya no. El tiempo ha pasado. Ni tampoco el formato y el contenido de la entrevista. Esa campaña fue otro ejemplo de la deriva decadente del debate público y de la política actual en el Estado español. Las derechas y sus medios ya no solo señalan con quien y en donde se puede pactar y con quienes no se puede, ahora también intentar imponer su criterio señalando a quien se puede entrevistar y a quien no. Por supuesto, los vetos y líneas rojas no van con ellos, son para los otros. Atacan a los medios a los periodistas que no controlan o mantienen una línea editorial que no coincide con sus intereses. Como siempre ha sido. Es la imposición permanente de un relato de parte que busca, sobre todo, influir en las posiciones de los adversarios para debilitar su credibilidad y tratar de ocupar así esas áreas de poder institucional. El debate público español se ha instalado en la mentira, las informaciones falsas, el señalamiento, la amenaza, el chantaje y la denuncia judicial. Llevar a los tribunales a un expresidente, Zapatero, por negociar el final de ETA solo puede pasar en la UE en este momento infame de la política española. A la cola están, González y Aznar y los anteriores. Se trata de instalar un relato que no tiene nada que ver con la realidad social, política o económica, pero que centra toda la atención de la actividad pública. Aunque parezca mentira, en Navarra se ha situado a ETA como el eje político de cada día. Un relato que repiten todo tipo de políticos, periodistas, tertulianos y demás bocachanclas bien pagados con un compendio argumentario similar de mentiras. Nada que ver con los datos socioeconómicos, con la normalidad institucional y política, con la presencia en Europa, con los índices de empleo y actividad industrial y empresarial, con la calidad y los niveles de las prestaciones públicas. No hay que hablar del presente para construir el futuro, hay que tapar los avances positivos y hay que regresar al pasado activando sus peores males, inventar una realidad negativa, para intentar alcanzar el poder. Pasa en Madrid y ocurre en Navarra. Un camino de futuro nada edificante.