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la carta del día

Enamoramiento.San Valentín: una nueva oportunidad

hoy, 14 de febrero, se celebra San Valentín. En una fecha tan señalada, me gustaría aportar algunas reflexiones.

El enamoramiento es una enajenación mental transitoria que transcurre rauda y feliz. Los hombres y mujeres afines y atraídos por el candor de otra persona tienden a juntarse. Y se crea un vínculo en el que prevalecen el amor, la calidez, la empatía, y un sinfín de semejanzas que favorecen a la pareja enamorada.

Este lazo mencionado anteriormente, además, sirve como modelo y referente a personas externas a esa pareja y les influyen en algunos casos de manera positiva, generando una envidia sana que les puede inducir a hacer todo lo posible por encontrar pareja.

Los síntomas habituales que delatan a una persona enamorada suelen ser fisiológicos y psicológicos. Suelen ser los siguientes: manos sudorosas, mirada esquiva, ensimismamiento, idealización de la pareja (cuando la imperfección es considerar perfecto al objeto de tu amor), mariposas en el estómago, dolor de cabeza, falta de apetito, irradiar felicidad, creer que el enamoramiento va a durar siempre, generación de energía, empatía y alegría, incremento de las pulsaciones y del ritmo cardíaco, sonrojamiento acompañado de intromisión, mostrando incredulidad ante la situación, etcétera.

Ocurre que ciertas personas son más proclives a perder la cordura transitoriamente y buscan a alguien con quien poder compartir vivencias, experiencias e ilusiones compartidas en pareja.

¿Qué es lo que busca una persona en otra para enamorarse y tal vez entregarse a Cupido? Protección, halagos, felicidad, amor, ternura, complicidad, calidez, empatía, escucha activa e interacción con las personas que gozan de una situación privilegiada que es la del cariño.

Redundando en lo que es el enamoramiento, quiero afirmar que la situación emocional de la persona amada, querida, deseada, debería gozar de una reciprocidad con su pareja para hacer una piña por la que ninguno de los miembros de la pareja se pudiera desvincular sin derecho alguno. Lo importante es que no se dejen mediatizar por el entorno y hacer caso omiso de lenguas viperinas, así como ignorar los prejuicios sociales.

El amar y el querer vienen a ser afines, máxime cuando indistintamente se suele utilizar cada uno de los vocablos.

Se trata de dos verbos que entrañan un carisma de un afecto sublime. La pareja está en otro mundo, ya que no se percata de que a su alrededor hay personas que están esperando a que pueda manifestarse su estado anímico, que con toda posibilidad será óptimo.

Durante el noviazgo, el amor y el querer son cambiantes, porque en la trayectoria de casi todas las parejas, en una fase inicial, se cuidan mucho, si los miembros de la pareja no se conocían de antes, los formulismos, las apariencias, las formas, los buenos modales... Pero, con el paso del tiempo, con el roce, con las experiencias mutuas, la convivencia, el aumento de la confianza, y el afianzamiento de la relación, la perspectiva cambia por completo. En definitiva, las rutinas se hacen cansinas, sin alicientes, ni esperanzas cambiantes. Por eso se suele decir cínicamente, y ya se ha convertido en un tópico, que el matrimonio es la tumba del amor.

Aunque expresan sentimientos afines, puedes querer, y de hecho se hace, a una persona, a un niño, a un hijo, a una madre, a un padre, a un animal... Pero la diferencia entre estos dos verbos de amar y de querer, aunque ambos parezcan términos sinónimos, dependiendo de utilizar uno u otro, estriba en el distinto concepto, ámbito y contexto, según la intensidad de lo vivido.

Como conclusión, habría que decir que muchos individuos buscan y rebuscan para encontrar a Cupido. No lo encuentran, pero siguen perseverando para que dentro de un año, a estas mismas alturas hayan ya encontrado a nuestra media naranja.