En una localidad como Barañáin, donde somos más de 4.000 personas mayores, vivir esta fase de crisis sanitaria está siendo un reto a todos los niveles. En el aspecto afectivo, el no poder estar de manera continua y cercana con nuestros familiares, acrecienta la sensación de soledad. No podemos olvidar la incertidumbre por un futuro cercano marcado de interrogantes, el cual puede condicionar nuestras pautas habituales y cotidianas.En cualquier escenario, por novedoso o negativo que sea, siempre hay espacio para la esperanza y la ilusión. Desde mi punto de vista, esta positividad es la que debe prevalecer. ¿Por qué digo esto? Pues porque desde el primer día de este periodo de confinamiento hemos visto vecinos y vecinas, sobre todo jóvenes, priorizando la ayuda al prójimo. Con una capacidad asombrosa para coordinarse, decenas de jóvenes de Barañáin nos han ofrecido hacer la compra, pasear nuestros animales, acompañamiento psicológico, o incluso han ofrecido su voluntariado al Ayuntamiento para llamarnos personalmente por teléfono o elaborar lotes de reparto de alimentos. Esta semana, precisamente, una llamada telefónica desde el propio Ayuntamiento me preguntó muy amablemente cuál era mi estado y si tenía alguna necesidad. Pequeños detalles que suponen mucho.A este rayo de esperanza hay que sumar aquellas personas que en difíciles circunstancias están gestionando ayudas sociales, limpieza o servicios varios con suma profesionalidad.Necesitamos que estos valores sean prioritarios en la sociedad.