ánchez y su Gobierno de PSOE y Podemos tienen mañana un cita importante en el Congreso en la votación para prolongar el estado de alarma otros 15 días. El malestar creciente de sus socios vascos y catalanes -PNV y ERC, principalmente- y de formaciones de izquierda está siendo tierra de cultivo para aumentar la presión política y mediática sobre Casado para que aproveche ese desencuentro y la sombras que se ciernen sobre el futuro de la economía y el empleo para expandir la idea de que Sánchez tiene los días contados. No veo que tanta sangre vaya a llegar al río. Es el mismo objetivo que amplios sectores de los poderes fácticos del centralismo de Madrid persigue desde la pérdida del poder por parte del PP. Pero Sánchez debe repensar su estrategia. Diga lo contrario o suavice con buenas palabras, la realidad es que los hechos avalan la utilización del estado de alarma como un ordeno y mando recentralista. No es un hecho menor que reúna cada domingo a los presidentes autonómicos para contarles lo que ya ha adelantado un día antes a los medios. O que el Gobierno pretenda ahora vulnerar la autonomía de los ayuntamientos navarros tutelando sus remanentes financieros. El Gobierno de Navarra reclama recuperar la relación bilateral con el Estado a través de la Comisión del Convenio Económico y lleva semanas resaltando la necesidad de que Navarra aborde desde criterios propios tanto el estado de alarma como las medidas de la desescalada. Parece lógico. Es un buen principio político que asuma la responsabilidad de la gestión quien tiene capacidad para ello y sabe hacerlo. No lo es ese intento disimulado de utilizar el estado de alarma como elemento clave de la batalla política que se libra en Madrid o Catalunya a costa del autogobierno de quienes le sostienen en Moncloa. Más allá de las medidas excepcionales que ha exigido la pandemia, convertir esa excepcionalidad en norma será un mal camino para él y seguramente para todos. También para un Casado con el PP en el monte. Y para UPN, si se está dejando arrastrar a esa estrategia.