a han pasado varias semanas desde que los niños y niñas regresaron a las aulas, y la incertidumbre, los cambios y retos a los que como sociedad nos estamos enfrentando desde hace unos meses, se han hecho más evidentes aún.

La educación tiene múltiples retos que abordar, y son muchos los debates que se plantean constantemente en torno a ella. Sin embargo, con la situación provocada por el coronavirus, algunos de ellos han salido a la luz con más fuerza y se han visto agravados por las circunstancias. Uno de los más espinosos es la necesidad de contar con dispositivos tecnológicos, y no sólo eso, sino que se ha hecho imprescindible que las familias cuenten con conocimientos informáticos suficientes para apoyar a los y las menores en su proceso de aprendizaje. Este fenómeno de adaptación, aunque muy necesario, ha sacado a la luz las diferencias entre unas y otras familias en el ámbito tecnológico, siendo evidente la brecha digital que existe en los hogares.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 97% de los hogares españoles cuenta con acceso a Internet, porcentaje que baja si nos centramos en los hogares donde viven menores y que cuentan con una renta mensual neta de 900€ o menos. Conforme a estos datos estaríamos hablando de 100.000 hogares sin acceso a Internet.

Sin embargo, ante el cierre de los colegios se planteó que la mejor solución era la educación a distancia a través de dispositivos electrónicos. Pero, ¿realmente es la mejor opción? ¿Existen otras que también sean válidas y que eviten que una parte del alumnado se quede atrás? ¿Qué se está haciendo en los países de nuestro entorno? En Alemania, por ejemplo, se han puesto en marcha accesos diferentes en espacio y tiempo a los centros escolares, aislamientos entre clases para evitar contactos entre alumnos de distintos cursos y uso de mascarillas en pasillos y patios, y en algunas regiones o colegios también en las aulas. Estas acciones también se han puesto en práctica en los centros escolares de nuestro país: mascarillas, sectorización de los pasillos, espacios definidos en el patio€, pero las medidas siguen siendo insuficientes para detener los contagios, poniendo en riesgo el poder ofrecer una educación de calidad.

Es cierto que la coyuntura ha obligado a muchas personas a ponerse al día, sobre todo al profesorado, y esto ha sido positivo para la capacitación informática del país. Pero también es verdad que muchas personas, por diversas circunstancias, no han podido hacerlo, lo que deriva en que parte del alumnado no esté siguiendo las clases como debería y su formación se está viendo afectada. ¿Cuánto tardaremos en ver los efectos de generaciones enteras con una educación a medias?

Desde el Departamento de Educación se ha realizado una importante inversión económica para facilitar el acceso informático a los hogares, la fórmula de clases online es la principal opción ante los rebrotes que se están dando en las aulas. Esta opción, aunque pueda ayudar a que el alumnado no pierda el hilo de las clases, lleva implícito el que las familias puedan atender a los y las menores en los hogares, y finalmente tener la posibilidad de realizar teletrabajo para tampoco perder el seguimiento laboral.

La situación que estamos viviendo es muy complicada y cambiante. Por ello, cualquier decisión que se tome tiene que ser continuamente revisada para adaptarla lo mejor posible a las nuevas circunstancias. Tenemos que tener la capacidad de innovar y transformarnos, cuanto más en el sistema educativo, donde se está formando el presente y el futuro de la sociedad.

La autora es formadora de la Fundación Koine Aequalitas y pedagoga terapéutica del Instituto Iñaki Ochoa de Olza