sta noche las urnas exponen el resultado de las elecciones autonómicas de Madrid. No creo que la jornada de ayer lunes fuese un tiempo de reflexión política profundo. No parecía quedar mucho para reflexionar a última hora después de una larga campaña electoral en la que el trazo grueso, el marketing político, las amenazas, la intervención judicial, la información basura y la estupidez como eje de los mensajes se han impuesto por goleada a los discursos de ideas, propuestas y proyectos. Desde aquí, en eso que allí llaman provincias, todo lo que he visto, oído y leído me ha parecido tedioso, estrafalario y muchas veces también indigno para la política y para el ejercicio del periodismo. Una de las peores campañas electorales a las que asistido, por inútil, casposa y con mucho de mala cómica. No tengo claro que haya aún margen para la sorpresa y que las papeletas puedan descubrir un cambio de escenario político esta noche en favor de una hipotética suma de las candidaturas progresistas y de izquierdas. Más bien creo, como creía hace unos días, que no hay lugar para eso. Así que veo a Ayuso de presidenta de Madrid de nuevo en alegre karrikadantza con la ultraderecha de Vox. Lo peor es que en Madrid se da ese retroceso democrático por hecho y se asume con total normalidad. Lo que está en juego son cosas básicas, pero de profundo ánimo popular: más cervezas y que paguen los impuestos para sostener al Estado y la solidaridad social y territorial el resto de las comunidades. La verdad es que no se han tenido que esforzar mucho los asesores que mueven los hilos y escriben los diálogos del guiñol Ayuso. Lo han tenido fácil, sobre todo porque la estrategia y los mensajes de los candidatos de la izquierda han sido un permanente baile de posiciones al albur de lo que dictaban cada mañana Ayuso y los poderosos altavoces de sus medios afines, que en Madrid son prácticamente todos los más grandes. En ese sentido, la pugna estaba viciada de partida y la igualdad de oportunidades mediáticas también ha sido un pesado lastre. Eso y también lo errático y cambiante que han sido los discursos de quienes buscaban sostener una alternativa al PP y a Vox. Por supuesto, me gustaría que el resultado de esta noche electoral fuese otro. Aunque solo fuera por cerrar las puertas a la influencia política de una organización política como Vox en las mismas instituciones democráticas que aspira a tumbar. Todo augura, en caso de continuar dos años Ayuso de la mano de la ultraderecha, un futuro cercano todavía más incierto e imprevisible en sus consecuencias para Madrid y para el conjunto del Estado. Un modelo de gobierno construido sobre la suma de absurdos, de opiniones contradictorias y de mensajes de odio y confrontación no parece un camino interesante. Tampoco sé cómo el resultado de hoy en Madrid puede afectar a la política en el Estado y a la estabilidad del Gobierno de Sánchez. En el caso de Navarra, intuyo que más bien poco cuantitativa y cualitativamente, más allá de que un acuerdo PP-Vox -bendecido por Navarra Suma- puede ser otra punta de lanza más activada contra el autogobierno foral. Pero sí pienso que en esas urnas se juega buena parte de la democracia, o lo que queda de ella, en el Estado. Ya acosada duramente desde poderosas estructuras de poder asentadas precisamente en Madrid.