Cuatro días después de las elecciones a la Asamblea de Madrid, todavía hay quienes pretenden convencernos de que lo que se ventilaba en las urnas era el asalto a la Moncloa. Una lectura ventajista de la derecha, que ha salido muy reforzada de este envite, pero que en absoluto se ajusta a la realidad y que contrasta con la interpretación que hizo del escrutinio de los comicios catalanes hace menos de tres meses. Entonces, la lista del PSC que encabezó el exministro Illa fue la más votada al pasar de 17 escaños a 33, mientras que el PP repitió como la sigla más menguada del Parlament, con el añadido de que perdió uno de los cuatro asientos que tenía en la Cámara y no fue capaz de pescar ninguno de los 30 que extravió Ciudadanos en lo que fue un derrumbe colosal. Huelga decir que nadie interpretó el resultado en clave estatal. Ni la derecha, que obviamente no tenía interés alguno en hacerlo, ni la izquierda. En todo caso, en estas dos contiendas ha quedado meridianamente claro que la distancia política y sociológica entre las dos comunidades autonómas con más peso en el Estado es sideral. En Catalunya se puso de manifiesto que el electorado premió en las urnas la gestión de la pandemia de quien había estado al frente del Ministerio de Salud, y en cambio el PP tocó fondo con un candidato que rebosaba sensatez. En Madrid, por el contrario, ha arrasado una forma de gestionar lo público que saca a la superficie una preocupante crisis de valores y que ha encandilado a quienes sufren de ombliguismo capitalino permanente. Por ello, solo desde la lógica de que la nieve es noticia cuando caen cuatro copos en la capital de España, se puede extender el triunfo de Ayuso a todo el Estado. Lo curioso es que Javier Esparza no ha tardado en sumarse a esta ola. El portavoz de Navarra Suma, que enmudeció cuando sus socios de coalición se estrellaron el 14 de marzo en Catalunya, cierra filas con la estrategia del PP, obvia que por el camino se ha diluido Ciudadanos el que era su principal aliado electoral, y se sube al carro de Madrid olvidando su origen de pueblo con el que hizo campaña en las elecciones de 2015.