ese a que el ruido mediático que controla la agenda política y judicial desde Madrid lleva años ocultado bajo la tierra del ninguneo la corrupción del PP y semanas obviando el alcance judicial del caso Kitchen, el espionaje de la policía política al servicio del PP a su extesorero Luis Bárcenas con fondos reservados públicos, la investigación sigue activa y conforme avanza la cosa empeora para el PP y para importantes de sus exdirigentes durante el mandato de Rajoy. Manuel García-Castellón, juez del caso Villarejo, ha imputado a María Dolores de Cospedal, exministra de Defensa y ex secretaria general del PP, y a su marido, el empresario Ignacio López del Hierro, un paso que llevaba reclamando desde hace meses la Fiscalía Anticorrupción al magistrado. Un auto que atribuye a Cospedal hasta tres delitos: cohecho, malversación y tráfico de influencias. Un par de horas después, otro juez, Antonio Serrano-Arnal, acordaba la apertura de juicio oral contra el todopoderoso exministro de Economía de Aznar, Rodrigo Rato, por delitos contra la Hacienda Pública, blanqueo de capitales y corrupción en los negocios. Seguramente, Casado comparecerá antes o después para repetir la monserga de que esos son cosas del pasado, como si no estuviera ya empotrado en esos tiempos en el aparato político del PP. Le acabará salpicando. Por cierto, el mismo PP que ya era socio histórico de UPN y que ahora forma parte de Navarra Suma junto a los restos de Ciudadanos. Por comentar. El caso Kitchen es un reflejo fiel y apasionante si se leen conversaciones y la traslación de las grabaciones de Villarejo de una época en el que el control de la política estaba bajo las órdenes de las cloacas policiales. El mismo Villarejo ha declarado estos días ante el juez que él se comunicaba de forma habitual con el expresidente Rajoy a través de mensajes telefónicos. Un intercambio de impresiones, vaya. Y sin embargo ni el juicio por la caja B del PP ni Kitchen estuvieron presentes, ni siquiera como protagonistas secundarios, en la reciente campaña electoral de Madrid. Otro ejemplo de que la política democrática se devalúa por un control férreo de los contenidos informativos mezclado con una sobreinformación basura que sitúa a la opinión pública en un estado de confusión y desconcierto permanente. Un modelo en que comunicación y política encubren o exageran y manipulan temas, problemas, decisiones, conflictos o logros al dictado del poder de turno para el que trabajan. O, en este caso, ocultan la corrupción política del PP. En realidad, las cloacas de Villarejo, los papeles de la caja B de Bárcenas, las andanzas de Rato -ya ha pisado cárcel condenado una vez-, o la policía política del exministro Jorge Fernández son ejemplos de la existencia de tramas mafiosas y secretas que utilizan el poder político, la complicidad periodística y los recursos públicos al servicio de sus intereses partidistas y personales y también para entorpecer la actuación de la justicia contra la corrupción. Una larga lista de hechos muy graves que cuestionan bases fundamentales de un sistema democrático. Todo muy edificante ética y políticamente una vez más.