unca me ha gustado el término no fiestas como descripción de las actividades alternativas, reguladas o no, desarrolladas en las fechas que tradicionalmente se dedicaban al jolgorio general, ahora en periodo de suspensión temporal por los rigores de la pandemia. La fiesta es. Y punto. Bajo ese paraguas de las no fiestas lo que se esconde es el deseo de encubrir desfases en farras descontroladas que sortean las restricciones, botellones multitudinarios que se ríen de los aforos y ese falso mensaje de que los chicos están cansados de tanto confinamiento y solo tienes veinte años una vez en la vida. En fin... Ese concepto de la no fiesta lo alimentó también el Gobierno foral con el anuncio a finales de junio de poder celebrar en verano comidas populares, pasacalles y espectáculos taurinos. Era incongruente dar luz verde al consumo por separado de los ingredientes de todos los festejos en Navarra y al mismo tiempo mantener la suspensión de las fiestas patronales, que en el caso de las que se celebran a finales de septiembre les abría una pequeña expectativa en esos momentos de desplome de los casos. Ahora el Ejecutivo suspende aquella orden foral. Ni comidas, ni txarangas ni suelta de vaquillas. Se acabó la fiesta.