Una terrible característica de nuestro tiempo es el creer que con nosotros ha comenzado todo; que el tiempo se cuenta a partir de nuestra existencia. Y de esto nada de nada. Esta mala concepción de la vida se acrecienta en determinadas profesiones que se creen que son los faros de Alejandría y van sobrados de soberbia y prepotencia. Entre ellos, algunos arquitectos de las nuevas generaciones y varios de los concejales y concejalas de Pamplona. Lo que nuevamente ha pasado en nuestro secular barrio de la Magdalena es una atrocidad que tristemente plasma lo que estoy diciendo. Cuatro iluminados sin respeto alguno, con la venia del crecido concejal Echeverría, han destrozado el pozo y la construcción de la noria de sangre que se encontraba en muy buen estado, cuidada con mimo y esmero por los hortelanos al amparo de las religiosas Josefinas. Hace falta ser cutres y maleducados. Este equipo de iluminatis son unos impresentables que no han tenido en cuenta las directrices de Príncipe de Viana y han permitido este nuevo atropello a nuestro patrimonio cultural. Pasaréis a la historia de nuestra ciudad como unos idiotas sin respeto a nada. Gracias al culto vecino Pello Iraizoz por su gran defensa de nuestro patrimonio.