Quisiera, en las líneas que siguen, hacer una reflexión sobre el modo en que se enseña el patrimonio histórico-artístico de Navarra. Me mueve a ello la visita teatralizada que se lleva a cabo en Sangüesa. Es de agradecer la buena voluntad y el objetivo de hacer una visita amena que no se reduzca a la erudición o que no se presente con tintes intelectuales. Pero no tiene por qué ser lo cutre la manera de hacer asequible al público el rico patrimonio de un pueblo. Y es que ese es el calificativo que me parece más adecuado para referirse a la citada visita. En ella, dos mujeres histriónicas no hacían más que gesticular compulsivamente haciendo chistes fáciles y, en algunos casos, de mal gusto. Por otra parte, un hombre disfrazado de monje pretendía ilustrar sobre la historia y monumentos de Sangüesa, ridiculizando la Edad Media, es decir, aquel mismo período histórico que dio lugar a las obras que se consideran dignas de ser explicadas a los visitantes. No parece que sea la mejor manera de presentar los hitos históricos de esa insigne ciudad navarra. En efecto, Sangüesa, enclavada en el Camino de Santiago aragonés, con sus joyas románicas, especialmente -aunque no solo- la iglesia de Santa María, sus palacios y edificios civiles góticos, renacentistas o barrocos, su trascendencia en la configuración histórica de Navarra, se merece algo más. Pensemos que es el modo como exponemos a las siguientes generaciones y a los turistas que nos visitan lo que nosotros somos. ¿Cómo se va a poner en valor algo que se ridiculiza? Y repito que es de agradecer la intención de amenidad en las visitas. Pero eso no tiene nada que ver con lo cutre. Menos todavía si se hace con los impuestos que pagamos todos.