recisamente que no ocurra eso es lo que pedía entre lágrimas la tudelana Silvia Arrastia tras la decisión de los países occidentales de poner fina a los vuelos de evacuación desde Kabul. "Que no los olvidemos en una semana, por favor", fue la llamada de angustia y desesperación tras confirmarse que los familiares afganos de su marido Aziz se quedaron a las puertas de los últimos aviones que salieron de Afganistán pese a tener los visados del Ministerio de Exteriores. Queda ahora solo el camino de la esperanza. A la retirada militar de Afganistán le ha seguido una desastrosa huida en estampida en la que se ha logrado evacuar a unos miles de personas en unos pocos días, pero se ha acabado abandonando a su suerte a millones de familias afganas. Las retiradas militares siempre empiezan siendo una marcha más o menos ordenada y acaban siendo una huida desesperada que deja tras de sí un inmenso rastro de muerte. Afganistán seguirá un tiempo en primera línea informativa, pero poco a poco su presencia en los medios irá perdiendo espacio y acabarán llegando sólo los ecos de la violencia de lo que parece ser una nueva guerra ahora entre facciones islamistas. Las guerras de religión han sido las más crueles de la humanidad. Un destino del que intentarán escapar miles de personas en un nuevo éxodo desesperado hacia las fronteras de una vida posible. Y la respuesta será la misma que a los refugiados de otras guerras, ocupaciones, explotación económica y de recursos naturales, etcétera. Puertas cerradas, mugas con alambradas y muros imposibles. El abandono ha sido la única respuesta a los sirios, iraquíes, haitianos, libios, libaneses, saharauis, palestinos, somalíes, yemenís, magrebíes, africanos, latinoaméricanos... hacinados en campos de miseria, perseguidos burocrática y policialmente, esclavizados, acosados por grupos ultras, detenidos ante paredes de insolidaridad que se han construido por todo el mundo o ahogados en los mares. Cambian los territorios, las zonas en conflicto, los actores terroristas, las causas económicas, políticas, religiosas o étnicas de los conflictos, pero las víctimas, los perdedores, son siempre los mismos. En Kabul, los últimos atentados del ISIS han dejado decenas de víctimas civiles inocentes, pero antes lo eran los ataques y asesinatos de los talibanes o los bombardeos indiscriminados de EEUU y la OTAN. Daños colaterales, les llama Occidente. Los autores del terror y la muerte de civiles son diferentes, pero las víctimas son siempre las mismas. Mujeres, niños y niñas y ancianos casi siempre la mayoría. En este caso de Kabul han sido las últimas víctimas del fanatismo religioso, pero hay otros modelos de terrorismo político, económico, mafioso, étnico... que campan por el mundo acumulando miles de víctimas y violaciones sistemáticas de los derechos humanos que conforman la Declaración Universal. Me viene a la cabeza inevitablemente la infame foto de las Azores de Bush, Blair, Barroso y Aznar -y las fotos de quienes les siguieron-, anunciando sonrientes la matanza en Irak. Ahí comenzó si no todo, sí esto. Otra gran estafa política y derrota ética de la que quizá sepamos toda su verdad si algún día los responsables de estas mentiras que justifican guerras y masacres llegan ante un tribunal internacional para ser juzgados por crímenes de guerra y genocidio. No lo veremos.