l nefasto Monumento a los Caídos sigue en pie, 62 años después de su construcción y 46 años después del fin de la dictadura franquista. Su presencia preeminente en el centro de la ciudad actual sigue cumpliendo plenamente con la función que diseñaron y desearon quienes lo construyeron, que no es otra que la exaltación del alzamiento militar y de la dictadura franquista, el homenaje al terror, la violencia y la guerra como métodos de imposición frente a quienes piensan diferente y la humillación permanente de todas las víctimas de aquella barbarie, de sus familiares y descendientes que siguen sufriendo sus consecuencias.

Durante la legislatura pasada, el Monumento fue objeto de debate ciudadano durante mucho tiempo, tanto por iniciativa municipal como de las diversas Asociaciones Memorialistas. Por parte del Ayuntamiento, se consiguió exhumar los restos de Mola y Sanjurjo, como un primer paso muy importante para la deslegitimación democrática de quienes impulsaron directamente el golpe de estado del 36. Sin embargo, el Concurso Internacional de Ideas para el Monumento ha tenido un resultado fallido y tampoco fue concebido como un proceso de solución definitiva, ya que no implicaba obligatoriedad alguna del Ayuntamiento respecto de su resultado.

Las Asociaciones de Memoria Histórica reclamaban entonces y siguen en su legítima demanda de tener voz propia y participación destacada en cualquier proceso y solución que se defina respecto del citado Monumento. Siendo mayoritariamente partidarias de la eliminación completa del Monumento, no se sintieron escuchadas por el Ayuntamiento anterior ni tampoco por éste, que a punto ha estado de aprobar un proyecto que lo mantiene entero e intocable, en una apuesta incompatible con los valores democráticos que deben defender.

El cambio de postura del PSN en la votación final no solo ha impedido que Navarra Suma pueda llevar adelante su proyecto de consolidación del significado presente e incólume del Monumento de la ignominia persistente, sino que abre de nuevo el debate y la oportunidad de hacer un proceso que culmine en una solución definitiva. Una solución que debe ser radicalmente democrática y satisfactoria para quienes más humillación y dolor sienten cuando se acercan al entorno de una plaza de la Libertad que sigue sin merecerse tal nombre, porque el nombre no hace honor ni está representado con su contenido aterrador.

Analizando el nuevo proyecto de Ley de Memoria Democrática, listo para su debate en el Congreso, vemos que contiene definiciones y oportunidades nuevas para el abordaje definitivo del Monumento a los Caídos. Su definición en el artículo 49 de lo que debe ser un Lugar de Memoria Democrática hace que el Monumento a los Caídos no pueda ser nunca declarado como tal, porque no es un espacio donde se hayan "desarrollado hechos de singular relevancia por su significación histórica, simbólica o por su repercusión en la memoria colectiva, vinculados a la memoria democrática, la lucha de la ciudadanía española por sus derechos y libertades, la memoria de las mujeres, así como la represión y violencia sobre la población como consecuencia de la resistencia al golpe de Estado de julio de 1936, la guerra, la dictadura, el exilio y la lucha por la recuperación y profundización de los valores democráticos".

Solo la eliminación de dicho Monumento podría ser considerado como un acto de gran significado simbólico y con repercusión para la memoria colectiva y la profundización de los valores democráticos, mirando al futuro de nuestra sociedad, que necesita tanto deslegitimar el significado y la presencia del Monumento como dar verdadero sentido al nombre de la plaza que ocupa.

Solo una vez desmontado completamente el Monumento, podremos conmemorar en ese espacio público a todas las personas que sufrieron los horrores del golpe del estado, la guerra civil, la dictadura, la segunda guerra mundial. En el que se recuerde también la violencia sufrida por personas inocentes que se ubicaron en el bando sublevado. Donde las mujeres tengan un homenaje reparador de las humillaciones que sufrieron y que reconozca la importancia de su contribución a los valores democráticos, convirtiéndolo en un verdadero Lugar de Memoria Democrática, digno de ese nombre.

El desmontaje del Monumento, piedra a piedra, se convertiría en el verdadero proceso de resignificación de ese lugar, con todo el simbolismo y la participación de la ciudadanía como garantía democrática y recuerdo de lo que nunca debió pasar y nunca más debe suceder. Sería además un ejercicio práctico de sostenibilidad y reducción de costes, mediante la reutilización de sus materiales de construcción.

Y no hará falta construir ningún gran edificio que lo sustituya, si el Gobierno de Navarra sigue adelante, como parece con ubicar el Instituto de la Memoria en el Palacio de Rozalejo.

Trabajemos por una plaza de la Libertad, digna de su nuevo nombre.

Firman este artículo: Pilar Gastón,IU Pamplona; y Edurne Eguino, Batzarre

Solo la eliminación de dicho Monumento podría ser considerado como un acto

de gran significado simbólico

El desmontaje del Monumento, piedra a piedra, se convertiría

en el verdadero proceso de resignificación de ese lugar