na de las cosas que más le gusta al Gobierno de Sánchez, y a todos en general, es lanzar anuncios, avanzar propuestas positivas en el momento más inesperado, dejarlas caer con cualquier excusa para que una vez lanzadas cobren vida propia aunque abran las puertas a la polémica, a la aceptación de unos y el rechazo de los otros casi de manera inmediata. Lo último ha sido el bono cultural de 400 euros que el Gobierno central plantea dar a todos los jóvenes que el próximo año cumplan 18 años. 400 euros para cada joven, cuando el gasto medio anual en cultura por hogar no llega a 700 euros. Poco se sabe de cómo se concretará esta ayuda, ni siquiera si todas las comunidades la aplicarán. Por el momento parece que, a falta de concreción, los más de 7.000 jóvenes navarros de 18 años podrán disfrutar de ella si llega a buen termino. De entrada, bienvenido todo lo que sea apoyar a la cultura, como lo han sido los apoyos directos y las ayudas a otros muchos sectores. Pero todo tiene sus matices y es bueno ponerlos por delante. Los bonos o los cheques directos para todos por igual, que como en este caso solo benefician a una parte de la población sin tener en cuenta el nivel de ingresos ni otras realidades sociales, suscitan muchos interrogantes que el Gobierno debería responder antes de su aprobación. El primero es por qué hablan de garantizar la accesibilidad de los jóvenes a la cultura y limitan estas ayudas a los de 18 años, como si los de 17, 19, 20 ó 25 no tuvieran en este país las mismas dificultades para poder acceder a determinadas ofertas y recursos culturales. Y este es el otro punto a analizar. Si la mejor manera de apoyar al sector es dar dinero a los usuarios para que lo consuman en lo que quieran o si no sería mejor invertir realmente en crear una sociedad culta, en la que el acceso a la cultura venga dado desde la base, desde la educación en todos sus niveles, desde los hábitos de ocio y el modo de vida, ampliando y haciendo mucho más asequible la oferta de ocio dirigida a los jóvenes que en estos años de pandemia ha quedado claro que es casi inexistente. Dar para gastar sin pedir nada a cambio puede dar la equívoca sensación de que la cultura no cuesta nada, alimentando el todo gratis, cuando en realidad vale mucho más de lo que cuesta.

Dar para gastar sin pedir nada a cambio puede dar la equívoca sensación de que la cultura no cuesta nada, alimentando el todo gratis que tanto daña al sector