ntes de verano supimos que el número de suspensos ya no será motivo suficiente para que un chaval repita curso, lo cual significa, en la práctica, que podrá lucir sin gran esfuerzo un título de la ESO tuneado, aguachirle y posmoderno: Estar Sentado Obligadamente. Ayer nos contaron que el Bachillerato se podrá hacer en tres años, el aspirante tendrá la opción de presentarse a la Selectividad aun con una asignatura suspendida, y cada centro adecuará el currículo a las características del alumnado. Yo creía que el jovenazo tiene que aprender a multiplicar, y no, no presionemos: será el maestro quien juzgue si la resta se ajusta a sus deseos, la suma atiende a sus necesidades y la división respeta sus derechos. Multiplicar no rima con reprimir, pero casi. Hay que enseñar con tik tok. El penco traumatiza.

La situación es tan absurda que si uno protesta se le tacha enseguida de conservador, cuando precisamente el progreso consiste en lo contrario de lo que se propone: ayudar a que uno avance, animar a que mejore, rechazar el inmovilismo, el conformismo, el todovalismo. No tiene nada de izquierdista confundir la igualdad de oportunidades con la tabla rasa subterránea, el mínimo denominador común no como el inicio de un proyecto sino como su meta. Y no digo yo que esta fraternidad de saldo sea una idea maquiavélica, que a tanto no llegan, pero aun sin pretenderlo el resultado será favorable a los políticos que la alientan: mientras que la descendencia de ustedes se habitúa y encadena al buenrollito en el aula, al no me pises que llevo chanclas, la de ellos será el lobo de Wall Street. Tonto, tonto, mierda, mierda.