osiblemente no sea así, pero conforme pasan los días de esta sexta ola tengo la sensación de que la toma de decisiones vuelve a ser lenta. Menos eficaz de lo que debiera por tardía. De nuevo, todo el proceso de rastreo y vacunación comienza a ofrecer señales de colapso y caos. Cada vez ha ocurrido lo mismo: las prisas por dar por superada la excepcionalidad de la pandemia y vender la propaganda de la vuelta a la normalidad acaba tropezando. Esta vez además se ha despedido a personal de refuerzo sanitario para el coronavirus y de repente los hechos están avanzando a un ritmo más rápido e inquietante que lo que hasta ahora se ha ido transmitiendo y ya faltan recursos humanos. El galimatías político y judicial que envuelve toda la crisis de la pandemia contribuye sin duda a ello. Que el Gobierno central no haya aprobado aún una legislación que permita a las comunidades poder tomar decisiones en función de la situación de la pandemia en sus territorios es el mejor ejemplo. Hay una reticencia política e institucional a tomar medidas pese al incremento constante de los casos de coronavirus. Y un temor justificado a lo que digan los tribunales. Absurdo, pero real. Entiendo que es políticamente poco rentable volver a trasladar a la sociedad nuevas restricciones, pero los datos de cada día no dejan dudas hacia donde caminamos de nuevo. Incluso en el caso de que se pueda pensar que más que una sexta ola la situación actual es la constatación de que el coronavirus se quedará entre nosotros como una epidemia estacional, la necesidad de reaccionar es la misma. Navarra lidera la incidencia en el Estado -junto a la CAV y Aragón-, y en el caso de los menores de 11 años, la tasa a 14 días supera ya los 1.000. De golpe, el aumento de ingresos hospitalarios y en UCIs preocupa ya a Osasunbidea, cuando hasta ayer el mensaje del Gobierno foral era otro, muy tranquilizador y por eso ni siquiera había plan B. Al menos, el TSJN ha ratificado la obligatoriedad del pasaporte covid en el acceso a la restauración, el ocio nocturno o la cultura. Lo que no está claro es si será suficiente. De momento, se ha conseguido reactivar la vacunación de una buena parte de quienes hasta ahora no lo habían hecho y ahora se agolpan en largas filas. Incompresible, pero es algo. Cuesta pensar que esa actitud antivacuna y negacionista que convierte a esos ciudadanos en bombas de relojería portadoras del coronavirus sea un derecho individual. Esta situación de pandemia sigue siendo excepcional, aunque mejor y más controlada ahora, y como tal exige medidas excepcionales que protejan el interés general. Su actitud está teniendo consecuencias perniciosas para otros muchos ciudadanos navarros que han hecho sus deberes sanitarios para frenar a la covid-19. Basta ver las cifras de esta sexta ola para comprobar cómo cada vez más personas con la vacunación completa han vuelto a contagiarse. También llega la vacunación de los menores de 12 años y la extensión progresiva de la dosis de refuerzo al conjunto de la población. Ahí estaré. La vacunación ha demostrado ser eficaz para el control de la pandemia y la protección del sistema sanitario. Y fundamental para intentar recuperar la atención de enfermedades que han ido quedando en un segundo plano ante la avalancha pandémica. Un paso muy importante.