ay cabezas que no tienen solución. Para muestra, la melonada de advertir un reseteo de cerebros en la captación de ETB3 en Baztan o Sakana, como si esos dibujos animados en euskera no pudieran sintonizarse ya por ejemplo en Pamplona y Comarca. Con el disparate de vender que ese nuevo multiplex TDT, con cuatro canales más para Navarra antes de que termine 2022, constituye una cesión infame del felón PSOE al invasor EH Bildu. Y en la misma línea de claudicación inventada que incluye el ya inaplazable acercamiento de presos una vez finiquitada la infausta violencia, homologando al gato cósmico Doraemon con un reo de ETA en el colmo del delirio. El último episodio del desbarre de UPN, tras licuarse en una coalición con dos siglas de impronta recentralizadora, persiste ya no en negar la herencia vascona de Navarra, sino en estigmatizar al euskera como si fuese una lengua extranjera en lugar de un sello de identidad propia y tesoro cultural. Y se solapa con la difuminación del regionalismo auténtico, consagrado en sus orígenes a la defensa de la personalidad de Navarra, cimentada en el autogobierno que consagra el régimen foral. En ningún caso un privilegio, sino carta de naturaleza a un reino milenario pese a la conquista de 1512 y a su conversión en provincia con autonomía fiscal y administrativa en 1841, antes del Amejoramiento del Fuero de 1982, todavía por completar. En vísperas del Día de Navarra, y más allá de debates estériles además de estúpidos, esa evolución competencial pendiente debería concitar el máximo nivel de consenso en consonancia con el anhelo de bienestar y prosperidad de esta sociedad, cuya capacidad para sobreponerse a su limitada población reside hoy en su relación bilateral con el Estado sin más límite actual que la unidad constitucional. Desde el puro pragmatismo, un camino con recorrido cierto para lograr las transferencias a las que Navarra tiene derecho, servicios por los que ahora paga y que podría ejercer con el consiguiente descuento vía Cupo, e incluso dotándose de ingresos como las multas de Tráfico. Al margen de quien gobierne en cada momento aquí y en Madrid, la suma de ciudadanos de Navarra precisa de la adición férrea de todas las sensibilidades que creen en su poliédrica especificidad para exprimir al máximo el potencial del autogobierno desde la doble e intransferible responsabilidad tributaria y presupuestaria. Demasiadas incertidumbres acechan como para persistir en ese cainismo tan típicamente navarro, léase entre agramonteses y beamonteses o entre carlistas y liberales. Mejor poder elegir entre Doraemon y Peppa Pig. Sin límites. Ni trincheras.

Más allá de debates estúpidos, la evolución competencial pendiente debería concitar el Día de Navarra el máximo nivel de consenso en aras del bienestar de la ciudadanía