l jueves me ponen la 3ª dosis de la vacuna. El viernes, si puedo, quisiera ir a la piscina a hacer unos largos. El caso es que la piscina es municipal, pública, y me piden para poder hacer unos largos que a la entrada enseñe el certificado de vacunación. No tengo entendido que pidan a nadie que enseñe un historial de horas pasadas en interiores sin mascarilla, ya sea en casas, centros de trabajo, bares, restaurantes, boleras, museos, cines, etc, etc, etc. Solo piden el certificado de que estás vacunado. Tampoco una prueba reciente de antígenos o una pcr o algo así. Los responsables de esto saben de sobra que los vacunados contagian el virus, así que según leí decir esto de pedir el certificado no era tanto para castigar a los no vacunados -entre los que hay personas respetables con sus razones, aunque a mí me parezcan equivocadas- sino para fomentar que se vacunasen quienes no lo habían hecho. Miré las personas con al menos una dosis en Navarra antes de obligar a presentar el certificado -27 de noviembre- y el 17 de noviembre eran 529.361. El 5 de enero eran 552.793, una diferencia de 23.432. De esas 23.432 personas nuevas que se han unido a la vacunación, 16.406 son menores de entre 5 y 11 años, con lo cual las personas nuevas de más de 12 años que se han unido a la vacunación desde noviembre son 7.026. No sé, a mí me parece bastante poca gente, apenas el 1% de la población, mucha de la cual se habrá unido por el certificado pero otra mucha por la llegada del invierno, porque se hayan terminado de decidir, por mil causas. Pero los datos son esos: ha hecho muy poco el certificado, en una comunidad en la que antes de exigirlo el 91% de los adultos estaba vacunado. El jueves me vacunaré. El viernes iré a la piscina. Presentaré el certificado. Nadie vigilará quién se cambia en el vestuario y qué tipo de vida ha llevado estos 10 días pasados. Tampoco lo pido, claro.