Me gusta el invierno, el frío, la niebla, el hielo y la nieve. Hay mucha gente que no le gusta y lo entiendo. Todo llama al cambio. La nariz colorada, las manos frías, las orejas heladas, los pies fríos y los mocos colgando. Un panorama desolador que te obliga a correr para ponerte a tono. Y el pasamontañas. Que te hace parecer un terrorista de los de antes o un policía o atracador o talibán de los de ahora. Nada más que por eso merece la pena llevar pasamontañas. Pero sobre todo porque vas caliente de coco, orejas y nariz, como de crío; y entonces nadie te decía nada, ni se extrañaban, porque entonces no había ni talibanes ni terroristas, aunque lo fueran los del gobierno de la dictadura. Aunque el frío es el mismo o parecido. Es una prenda nada usada en la actualidad, salvo por la policía, y me extraña que no la hayan prohibido por la seguridad del Estado o alguna mandanga parecida; o la hayan puesto de moda porque un modisto de la moda se le haya ocurrido. Pero dales tiempo. Mientras tanto, nos pondremos el pasamontañas por lo menos en el monte, donde nadie nos vea. El frío nos dona el misterio de la niebla. Disfruta con Mikel Laboa que le canta: "Maite ditut maite gure bazterrak, lanbroak izkutatzen dizkidanean...".