orirse es siempre una gran putada. Nunca viene bien. Eso está claro. Pero si te toca morirte en Pamplona, todavía lo es más.

Escribimos estas líneas para denunciar públicamente la situación vivida la semana pasada tras el fallecimiento de un familiar. Para nosotros era nuestra madre, nuestra hermana, tía, amiga, abuela... Pero está claro que para todos los que se lucran del negocio de morirse sólo era un número más. Un triste número más.

Una avería que se arrastra nada más y nada menos desde mediados de noviembre en uno de los hornos del cementerio de Pamplona, reduce a la mitad las cremaciones diarias. Es decir, que si de media al día se producen 8 incineraciones en la capital navarra, ahora sólo se pueden realizar 4. Si tienes la suerte de morirte de los primeros y eliges una incineración, irás al cementerio de Pamplona. Pero no pasa nada porque si tienen la desgracia de perder a un familiar, y no eres de los primeros, la familia tendrá la posibilidad de incinerarlo en Estella, Caparroso o Tudela. Un último viaje que nadie elige pero que encima tendrá un sobrecoste de unos 500 euros. Y decimos sobrecoste porque antes tendrás que haber pagada ya la friolera de entre 5.000 / 6.000 euros de los servicios del tanatorio correspondiente. Y claro, que a nadie se le ocurra mandar unas flores al difunto que no hayan sido gestionadas por el propio tanatorio, porque por cada ramo, ramillete, centro, corona que envíes, te cobrarán 25 euros por trasladarlo a la sala que te haya tocado.

Imaginen que no quieren ir ni a Caparroso, ni a Tudela ni a Estella. Que quieren incinerar a su familiar en Pamplona. Porque sí, porque quieren. Por nada más o por mil razones de más. Pues tampoco se preocupen porque podrán hacerlo. Pero eso sí. Cuando haya un rato libre en esa única incineradora que trabaja a destajo en Pamplona y previo pago de embalsamiento de su familiar. El “capricho” de querer que esa incineración de produzca en Pamplona, si no has tenido la suerte de morirte de los primeros, cuesta nada más ni nada menos que unos 900 euros aproximadamente.

Y vuelvan a imaginar que finalmente acceden y les toca ir a Caparroso a despedir a esa amiga, madre, tía o hermana, abuela. Pónganse en situación. Pagan los 500 euros del traslado y llegan allí. Son momentos durísimos, de muchos sentimientos, de una gran pena y de un intenso dolor. Pues bien, nuestra experiencia fue tan horrible y tan indignante, que cuando la cuentas no se puede creer. Nada más llegar al tanatorio de Caparroso nos recibió un señor, que lejos de propiciarnos algo de empatía o de cercanía, nos dejó helados. Simplemente después de un escueto y frío “buenas tardes” se dedicó a vendernos las características del horno crematorio, los grados a los que quemaba, que no producía llama y que ojo, “era de lo mejor que había hoy en día en el mercado. Que si alguien no quería ver la introducción que no la viera, que era muy desagradable y que saliera de la sala y que el proceso de cremación duraba ocho minutos”. Y ya está. Y nada más. Y le dio a un botón y se produjo la incineración. Sin tiempo a decir nada, ni a despedirnos, ni a hacer sonar una canción para ella, que tanto lo gustaba la música. Ni un agur, ni un adiós, ni un buen viaje. Nada.

A la salida solo se dirigió a nosotros para preguntarnos el nombre del fallecido y si era soltero. Pues me va a perdonar pero la fallecida era una mujer, una gran mujer. Y su estado civil no le importa nada.

Contamos todo esto para que se sepa, para que a nadie más le vuelva a pasar. Para reclamar un poco más de alma y de piel en uno de los momentos más duros que existe para una persona que pierde a su madre, a su tía, a su hermana, a su amiga. Que el negocio de la muerte es evidente y que no te toque morirte en Pamplona.

Los hijos, en nombre de la familia

Para todos los que se lucran del negocio de morirse sólo era un número más. Un triste número más