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"Los obscenamente ricos suelen tener problemas con las pequeñas magnitudes de la vida"

omentó hace unos días la compañera del metal Ana Patricia Botín, actual presidenta del Banco Santander, que ella en su casa "he bajado la calefacción a 17 grados. Son pequeñas cosas que los consumidores podemos hacer". Botín, con un sueldo anual estimado de unos 12 millones de euros en 2021 -32.900 euros al día- y una fortuna de más de 1.000 millones de euros, bisnieta de uno de los primeros presidentes del Santander, nieta de otro e hija de otro, es posible que sea incapaz de captar que a muchas personas en este país más que bajar la calefacción a 17 grados lo que les cuesta es subirla a 17 grados. Los obscenamente ricos suelen tener problemas con las pequeñas magnitudes de la vida o por lo menos suelen tener dificultades para comprender -en el sentido real del término- la vida del común de los mortales y, de entre estos, de los mortales que más canutas lo pasan. Esto, por supuesto, nos pasa en mayor o menor medida a todos, puesto que cada uno de nosotros ocupamos un escalón más o menos concreto en la escalera social y económica y si por los motivos que sean tus relaciones y movimientos siempre son en el entorno de tu escalón o en los escalones superiores en realidad eres bastante incapaz de captar qué pasa por debajo o a qué clase de retos diarios y emocionales se enfrentan aquellos para los que poner la calefacción a 17 grados en según qué meses y en según qué casas y lugares es casi un imposible. Así que es de suponer que para la compañera Botín es celularmente inviable entender una sola palabra y lo que le parece más apropiado es contarnos que a ella no le importa bajar la temperatura a 17 por todo esto del gas ruso y el ahorro y así. Todos sabemos, además, que los ricos se preocupan mucho por su cutis y el frío siempre ha sido bueno para el cutis, así que quien dice 17 por qué no dice 10. Tenemos unas elites económicas que cumplen todos los tópicos.