uienes propugnamos la forma republicana de Estado frente a la actual monarquía, lo hacemos desde nuestras convicciones democráticas. De los 27 miembros de la Unión Europea, 7 son monarquías y el resto repúblicas. Cada caso tiene sus particularidades históricas y políticas. Hay varios ejemplos de monarquías parlamentarias que funcionan bien y también de repúblicas cuya falta de respeto hacia los derechos humanos es evidente. Es decir, ni monarquía es forzosamente sinónimo de autoritarismo, ni república lo es de democracia. Pero sí hay cuestiones intrínsecas a la forma de Estado monárquica que le dan una idiosincrasia menos democrática per se. Una de esas cuestiones es el hecho de que el jefe del Estado no sea elegido por sufragio electoral y que, además, tenga carácter hereditario y una serie de prebendas.

Más allá de las consideraciones que en nuestro país merezca el papel de la monarquía en la transición de la dictadura, es evidente que estamos hablando de una herencia medieval que no se ha librado de algunos de sus privilegios, constituyendo por ello una rémora para la democracia. A esto hay que añadirle las prerrogativas que otorga la Constitución en su texto afirmando que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Esos privilegios están impidiendo investigar en España una fuente de corrupción de quien ha sido monarca de este país durante varias décadas. El proceso corrupto ha salpicado a varios miembros de la monarquía y no se sabe hasta dónde alcanza. Con el paso del tiempo,el lado más oscuro de la monarquía española ha adquirido evidencias y magnitudes escandalosas.

La realidad lleva a que la Justicia no haya podido actuar sobre el comportamiento delictivo acreditado del emérito, que pese a defraudar importantes sumas de dinero a la Hacienda española, ha quedado impune porque la legislación impide juzgarlo. No basta con que el presidente Sánchez afirme que “las informaciones que hemos recibido en este tiempo son decepcionantes” y que “los españoles merecemos una explicación” del monarca. Es necesario acabar de una vez por todas con el nepotismo y los privilegios legales que sirven de sustento a la institución y que son motivo de escándalo y rechazo para la mayoría de la población.

No obstante, más allá de proclamar nuestras aspiraciones y de trabajar por la república, sabemos que tenemos que tomar como punto de partida la realidad existente, la vivencia que la sociedad española tiene al respecto y los márgenes que ofrece para acercarnos al objetivo deseado. ¿Qué piensa la ciudadanía de España sobre la monarquía? ¿Qué grado de aceptación o rechazo existe? ¿Se ve conveniente y posible la celebración de un referéndum para elegir entre monarquía o república?

El PSOE tiene un electorado dividido al respecto. De ahí la pretensión de eludir el debate. Esto se refleja en el afán del CIS por correr un tupido velo sobre el tema, pese a que sería la instancia más indicada para medir la pulsión de la población sobre monarquía-república. Lo cierto es que, desde hace más de 7 años, en las encuestas del CIS se evita incorporar cualquier pregunta que tenga alguna relación con la monarquía. Todo ello sin mediar explicación alguna.

Frente a este empeño por ocultar la realidad, se han realizado otras encuestas, entre las que destaca la publicada en octubre de2021, realizada por 40 dB y organizada por la Plataforma de medios independientes. Dicha encuesta revela que el 39,4% de los votantes se decantan por la república frente a un 31% que respalda la monarquía; a su vez, un 53% de las personas encuestadas consideran la monarquía como una institución de otros tiempos que no tiene sentido en una democracia, y un 43,8% apuesta por la celebración de una consulta sobre la forma de Estado, frente a un 36,1% que se opone.

Las derechas, por supuesto (PP, Vox y Ciudadanos) ensalzan al monarca a pies juntillas como pieza angular e inamovible del entramado constitucional vigente. De ahí que las diversas iniciativas que en el Congreso han pretendido abrirse camino en cualquier tema que afecte a la monarquía, han chocado una y otra vez con una correlación de fuerzas netamente desfavorable. A título de ejemplo, sirva recordar que en febrero de 2021 la proposición de Ley presentada por ERC pidiendo suprimir la inviolabilidad del monarca obtuvo 74 votos a favor frente a 276 en contra (PSOE, PP, Ciudadanos y Vox).

Darle vuelta a esta realidad no es tarea sencilla y pretender que a día de hoy este tema adquiera una centralidad política de primera magnitud resulta ilusorio. Las preocupaciones y prioridades de la ciudadanía están centradas en la pandemia, la guerra de Ucrania, la carestía de vida... Se nos antoja poco realista a corto plazo que alcancemos los 2/3 de los representantes de ambas Cámaras (Congreso y Senado) exigidos para cualquier reforma constitucional de esta envergadura, necesaria para abrir las puertas a un referéndum legal para elegir entre monarquía y república.

Pero esta no es una foto fija. La realidad se mueve y el paso del tiempo debilita la consistencia de la institución monárquica por la dificultad de encontrar razones para su justificación política y por los deméritos que hacen los miembros de la familia real. Uno de los datos más destacados en la encuesta mencionada es el papel que juegan las generaciones que no conocieron la transición democrática y hoy se asoman a la vida social y política de nuestro país, viviendo en directo las peripecias del emérito. Es esta juventud la que con más firmeza se niega a aceptar esta herencia ancestral. Si en el pasado pudo haber tenido alguna justificación, con el paso del tiempo ha ido perdiendo legitimidad y crece la percepción de que prescindir de la monarquía nos permitiría mejorar nuestra calidad democrática.

Para seguir avanzando y alcanzar el objetivo deseado, nos queda un buen tramo por recorrer. Partimos de que la democracia no puede tener excepciones ni zonas oscuras. Tenemos que incidir una y otra vez en la denuncia constante de la corrupción que rodea a la institución monárquica, exigir la supresión de todos los aforamientos sin excepción alguna y la inviolabilidad de los monarcas. Hay que exigir una transparencia total y la absoluta igualdad ante la ley. Tenemos que acabar con cualquier tipo de privilegio que se auspicie, justifique o legitime en nombre de la autoridad suprema que ostenta el rey.

Porque el futuro se construye con el presente, es necesario impulsar cada día los valores propios de una democracia republicana, sin dogmas que nos aten a viejas herencias, afanándonos por alcanzar mayores cuotas de libertad, practicando la solidaridad, fomentando la tolerancia, trabajando por un mundo ecológicamente sostenible, luchando contra toda injusticia y discriminación, en defensa del feminismo y contra la violencia machista, trabajando por la paz y protegiendo a quienes huyen de las guerras... Cada paso que damos en esta dirección, más cerca nos hallamos de esa nueva sociedad que anima y motiva nuestra aspiración republicana.

Levantamos nuestra voz y nuestra bandera para reivindicar una república que nos aleje de visiones nostálgicas, recoja los valores positivos que ha tenido nuestra historia pasada y ofrezca un nuevo horizonte de esperanza y justa gobernabilidad adecuada a las demandas actuales de la sociedad. Y en este recorrido que hacemos para abrir nuevos caminos, siempre tendremos el recuerdo, el cariño y el reconocimiento para con aquellas gentes que son nuestra referencia y ejemplo. Hace unos días, el pasado 28 de marzo, se cumplieron 80 años del fallecimiento del poeta Miguel Hernández en las cárceles del franquismo, todo un símbolo de resistencia y compromiso. Muchas personas sufrieron también esa o similares situaciones. A todas ellas, a quienes se enfrentaronal golpe militar franquista y pagaron un alto precio con el exilio, la cárcel y la pérdida de sus vidas en defensa de la II República, una vez más, las gentes de Batzarre queremos rendir nuestro más sentido homenaje. Trabajaremos cada día por mantener su memoria viva y su dignidad frente a aquellos que se empeñan en someterlas al olvido o, en rebuscado revisionismo de la historia, se confabulan para tergiversar lo sucedido antes, durante y después del golpe militar de 1936. Hoy, después de 45 años de democracia, seguimos desenterrando cadáveres de las personas fusiladas que todavía permanecen en las cunetas. Se viene haciendo por el empeño y el trabajo ingente y generoso de algunas personas, colectivos e instituciones. Nuestro reconocimiento y gratitud.

Fue el 14 de abril en 1931 cuando se proclamó la II República, ahora hace 91 años. Como cada año, en este Día de la República, alzaremos la vista hacia el horizonte para seguir afirmándonos en nuestra certeza: decir República es decir futuro.

Los tres primeros pertenecen a la portavocía de Batzarre, Milagros Rubio es miembro de Batzarre

Más allá de proclamar nuestras aspiraciones y de trabajar por la república, sabemos que tenemos que tomar como punto de partida

la realidad existente

El futuro se construye con el presente, es necesario impulsar cada día los valores propios de una democracia republicana, sin dogmas que nos aten a viejas herencias