sta ola vimos que cogía altura con el asunto del hermano de Isabel Díaz Ayuso, al que le investigan por un contrato de mascarillas por el que cobró una comisión -una nadería, que siempre hay hacia donde mirar, si se compara como andan de gordas y de bien alimentadas algunas otras-, aunque lo suyo -lo del fraterno- se enreda por presuntos delitos de tráfico de influencias o falsedad documental.

La ola ha continuado aumentando en tamaño y poderío con Luis Medina y Alberto Luceño, otros cracks dando pelotazos a partir de intermediaciones lustrosas. Dos conseguidores también de mascarillas -más vale que van desapareciendo-, con temple de sobra y mucha cara para mostrar el pastón de sus negocios con esa falta de recato que concede la inequívoca y apacible sensación de impunidad. Esto se debe heredar, porque se practica con naturalidad pasmosa.

La última juerga buena es la del fútbol, la Supercopa en Arabia Saudí, la de las comisiones fastuosas -25 millones-, según mercado y muy legales, que quede claro, que por llevar un torneo a un sitio en lugar de a otro se embolsan estos tipos influyentes y con carácter, modelos de la habilidad y de la vida brillante y fabulosa. En el fondo, una existencia la mar de sencilla, felices en el candelero, en el candelabro que diría la otra, en la que todo fluye.

Unos fluyendo y otros resbalando, a patinazos por la vida. Una vida en la que los espabilados abundan y los torpes viajamos en el segundo vagón. Para ir en el primero, quizás haya que pagar comisión. Legal, que quede claro. Siempre todo legal para que las campanadas del remordimiento en alguna conciencia debilucha no salgan a retumbar. O si suenan, que amortigüe su sonido el envoltorio legal.

De todos modos, si salen comisiones por todas partes, las propias comisiones acaban tapando en rango y notoriedad a las otras comisiones porque todo en esta vida de los negocios termina siendo comisiones, y las comisiones llegan y van y tal... Ya lo dijo un ahora expresidente del Gobierno: "Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor". Queda claro.

La abundancia de comisiones aminora el impacto de la existencia de las propias comisiones, todo se normaliza, esto es el negocio amigo