lcarrás es mucho más que una película, retrata a la perfección la difícil situación a la que se enfrentan muchas familias de agricultores que se ven obligadas a abandonar sus tierras no sólo por falta de relevo generacional o el problema de la despoblación sino por la llegada de grandes empresas que adquieren o alquilan terrenos y transforman los cultivos tradicionales en otros negocios más lucrativos como las huertas solares. Y es así, en Lleida y en otras muchos espacios rurales de todo el país, también en Navarra. Las megacentrales solares empiezan a ser una amenaza para muchos campesinos tras el boom fotovoltaico. Los Solé, en esta ficción, cultivan melocotones y paraguayos desde hace más de 80 años, y de la noche a la mañana ven cómo desaparece su manera de vida tradicional, la de abuelos, padres, hijos y nietos. El dueño de las tierras decide venderlas y colocar placas solares en terrenos fértiles. "Somos payeses no técnicos de placas solares", destaca el protagonista ante la oferta de la empresa de mantener la huerta solar. Es el dolor de una familia ante el avance de grúas que derriban árboles centenarios y convierten una zona fértil en un páramo para cristales. La impotencia de comprobar cómo un tipo de agricultura ya no es sostenible y los precios de la cosecha están por los suelos. Un trabajo siempre mal pagado, abnegado y sacrificado. Habrá que tomar nota por lo que nos viene. Melocotones o cereales. Porque el futuro de la tierra debe someterse a un férreo control público.