o que desde fuera se ve con una claridad y facilidad pasmosas desde dentro suele ser más complicado o incluso inviable, así que no queda sino dar la enhorabuena a la izquierda navarra no abertzale por haber logrado una entente de cara al menos a las elecciones del año que viene y quién sabe para cuánto. El acuerdo entre Podemos, IE, Batzarre e independientes, que podría animar a otras corrientes o partidos minoritarios como Equo, elimina de golpe la sensación de los votantes de esos partidos de haber estado jugando con fuego, tanto que para ayuntamientos como el de Pamplona nada menos que 8.700 votos de las distintas siglas de izquierda en 2019 no sirvieron de nada. Aunque sea jugar a la ficción, puesto que con la coalición anunciada algo habrían variado los resultados, una unión como la que se anunció el sábado hubiese deparado 4 parlamentarios -Podemos e IE tiene 3 por separado- y 2 concejales en Pamplona, cuando en 2019 se quedaron en blanco. Concejales que hubiese perdido Navarra Suma, pasando de 13 a 11. Y es que no es tan ancho este espacio ideológico -y menos en una comunidad pequeña como la nuestra- como para en esta época de coaliciones andarse con individualidades, por muy respetables que sean. Cuando ocupas, con suerte, entre un 8% y un 10% del voto, dividirlo entre dos o tres y jugársela cuando hay reglas para tener que pasar del 5% o del 3% es un riesgo inasumible y que solo se entiende por la incapacidad de negociar. Ahora, en todo caso, queda el reto aún más serio que la pura negociación interna, que es el de saber conquistar a un público normalmente fiel pero que necesita ver caras nuevas e ideas potentes, firmeza en las líneas a no cruzar y en las que sí y, cómo no, un tono lo más alejado posible de iluminaciones anteriores y puñaladas traperas. Cuando se es pocos, hay que cuidarse muy bien para no ser cada vez menos. Fácil no hay nada, pero espacio hay.