La tensión en el Estrecho de Taiwán alcanza niveles preocupantes en una región donde China no oculta su aspiración de absorber algún día la isla que escapó del monopolio político y económico del Partido Comunista. El episodio que vivimos estos días tiene implicaciones globales. En primer lugar, es preciso comenzar constatando que Taiwán no es ya el viejo régimen dictatorial que se sostuvo durante la Guerra Fría con respaldo estadounidense. Hoy, el país es una democracia –algo que no puede decir el régimen de Beijing– y goza de una cohesión ciudadana abrumadora en torno al consenso sobre su independencia. Reunificación es hoy un eufemismo de anexión. Es preciso constatar también que la visita de Nancy Pelosi tiene más de excusa que de agravio. Es cierto que la administración de Joe Biden ha marcado el área geoestratégica del Pacífico como zona de interés preferencial en materia política y económica y la colisión con China es inevitable en esos aspectos. Pero también lo es que la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes no es comparable a un pronunciamiento oficial de la administración. A Taipei no ha acudido ni el presidente ni el la vicepresidenta ni siquiera el secretario de Estado, lo que reduce sensiblemente el rango del respaldo estadounidense –por otra parte conocido– que irrita a Xi Jinping. La reacción china tampoco se improvisa. La mayor operación de maniobras militares en la región, que simula además un plan de invasión de Taiwán, no se activa en una semana. La amenaza latente de China no es nueva pero la muestra de potencia militar no tiene precedente. Todo ello se enmarca en una situación económica en la que es inevitable el choque entre los intereses chinos y los estadounidenses por la expansión y acceso de Beijing a materias primas y redes comerciales transoceánicas que explota casi en exclusiva por la capacidad de producción del país, inflada con desarrollos tecnológicos extranjeros que durante décadas buscaron allí una puerta a un mercado ingente y una producción barata y se encuentran hoy dependiendo de sus suministros. Taiwán y Corea del Sur son piedras en el zapato de ese liderazgo comercial tecnológico. Una escalada militar no parece ahora mismo un riesgo real pero la explícita amenaza que suponen las maniobras chinas es una jugada peligrosa para la estabilidad en un marco de incertidumbre global.