El Parlamento de Navarra desarrolla un programa de enriquecimiento artístico desde hace tres décadas, a través de diversas adquisiciones de obras de arte. De manera muy discreta, la sede de referencia de todos los navarros y navarras, ha ido conformando una colección de Arte que es reflejo del panorama artístico navarro contemporáneo. Este año, la obra adquirida ha sido Memoria hustura (Memoria vacía), 170x150 cm, de la creadora navarra afincada en París Asunción Goikoetxea, laboriosa técnica mixta de tintas y acuarelas sobre papel y tela. Su proceso creativo de más de quince meses, imprime a la obra del reposo y la paciencia necesarios al actuar sobre lo físico, y nos permite apreciar el paso del tiempo en su realización. Esta obra formó parte de la exposición colectiva Artea Oinez’ 22 organizada por la Federación Navarra de Ikastolas que se pudo visitar en primavera en las salas del Condestable de Iruñea.

Asunción Goikoetxea, nacida en 1962, es licenciada en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco. En 1985 recibió una ayuda a la videocreación del Gobierno de Navarra, y un año más tarde una nueva ayuda para Artes Plásticas de esta misma institución. Entre 1987-88 obtuvo una beca de la Diputación de Vizcaya y en 1995-96 otra del Ministerio de Cultura de París. El Parlamento de Navarra se une a otras instituciones que ya poseen obra suya: el Museo Artium en Vitoria, la Colección del Ministerio de Educación y Cultura en Madrid, el Museo de Navarra en Pamplona, la Diputación Foral de Vizcaya, el Gobierno Vasco, el Ayuntamiento de Bilbao, la Fundación Vital-Kutxa en Vitoria, la Fundación Unicaja en Málaga, Colección Plástica Contemporánea en Vitoria, Colección de Arte Contemporáneo Ciudad de Pamplona, Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid, Museo Gustavo de Maeztu en Estella-Lizarra, Ayuntamiento de Oviedo, y la Colección Testimoni, La Caixa, Barcelona.

Esta adquisición responde, entre otras muchas actuaciones de tipo político, a la capacidad del Parlamento para ejercer un papel trascendente en el camino hacia la equidad de mujeres y hombres y la igualdad de género. Consciente de ello, la incorporación de esta obra artística en la colección responde al desarrollo de dicha política, desde una perspectiva de género. La percepción que cada grupo humano tiene del ser mujer o ser hombre es sobre todo una construcción social y cultural, que va mucho más allá de las meras diferencias sexuales biológicas. Por lo tanto, la igualdad de género es una cuestión estructural, cuya consecución requiere remover profundos estratos de nuestra sociedad. Así lo ha entendido nuestro Parlamento.

El trabajo de Asunción Goikoetxea se inscribe dentro de dicho lenguaje reivindicativo, de una forma sutil y poética, como política de afirmación de la multiplicidad de lo diverso. El suyo es el arte de la lentitud y de lo interior, que escapa a cualquier categorización definitiva. El arte es una manifestación social, espejo del estado histórico de las cosas. El artista comprometido asume su responsabilidad como motor social, generador crítico de conciencia. Las mujeres siempre han tejido, cosido, remendado, suturado, tricotado, reiterando gestos reparadores de la superficie sensible del mundo. Asignadas al trabajo ligero, a la confección de tejidos, al cuidado del cuerpo, se vieron relegadas a los márgenes del mundo productivo, golpeadas por un grado variable de invisibilidad social, política y simbólica. Sin embargo, la artista al reenviarnos el eco de esos gestos inmemoriales, su obra se nos ofrece como metáfora de la resiliencia creativa de lo femenino, así como un intento de restaurar nuestras existencias silenciosas en el orden de lo visible.

El trabajo de los cuidados, la socialización, la atención a la infancia, la producción de tejidos, cerámicas, ajuares domésticos, o redes de pesca, etc. conlleva una aplicación de conocimientos y de procedimientos, inversión de tiempo y de esfuerzo; de paciencia, al fin y al cabo. Todo este trabajo silente de las mujeres, alejado de las grandes gestas heroicas es el que ha permitido la Historia con mayúsculas, es precisamente el que nos muestra Asun Goikoetxea, de modo poético.

Tal como la crítica de arte parisina Anna Gonzalez expresaba en 2019, la obra de Goikoetxea evoca la noción deleuziana de “pliegue que va al infinito”, extendido entre la materia y el espíritu, en una superposición múltiple de planos, superficies que se deslizan unas sobre otras: mundo laminado, laberinto estratificado; donde lo múltiple siempre triunfa y se multiplica”. Es una llamada a la disolución del sujeto, un proceso de “desindividualización” a través de la multiplicación. Así mismo decía, A. Goikoetxea nos conduce indirecta y obstinadamente a la convocatoria de las sin voz devoradas por la historia, a esa muchedumbre silenciosa de mujeres trabajando.

Esta obra, al igual que muchos de sus dibujos, encarna proliferaciones rizomáticas seriadas. Marcadas por su extrema lentitud de ejecución, parecen emanar de ese hueco original del que emerge la pulsión vital y reproductiva, como sustrato matricial del mundo, creador de infinitas células nuevas para un mundo mejor. Entre la medida de este gesto repetitivo-contemplativo, infinitamente controlado, y el exceso de diseminación orgánica, pulsátil, abierta a la imprevisibilidad, sus huellas evanescentes son parte de un devenir incierto y frágil. Llevan en ellas el testimonio de este proceso de creatividad infinita, que resulta ser, no solo una forma de estar en el mundo, sino también una manera de percibirlo.

El autor es director de la Federación Navarra de Ikastolas