La vida pública como carnavalada, cada vez más y más siniestra, un baile de curas, militares, policías, jueces, banqueros, en alegre coyunda... ¡Un clásico de la pintura carnavalesca! Pero son reales y dañinos, y repulsivos sobre todo cuando los ves subidos a una tribuna, donde les has puesto tú con tu voto, asistiendo a una mojiganga de aparato como la del otro día, que pretende celebrar a la patria y su poderío reflejado en la chatarra militar propia de atrezo de Cornejo. Cuando los ves en acción, Borrell de matamoros, Sánchez de estadista, Abascales, Cayetanos, matones, jueces prevaricadores que amparan a delincuentes fragantes –sí, fragantes, pero a jiña–, sientes que cuando menos debes dejar por escrito en una novela o artefacto narrativo el asco que te producen. A derecha e izquierda, arriba y abajo, dentro y fuera, sobre todo en las redes sociales, ese instrumento de control social de primera que suple con ventaja muchos interrogatorios policiales, como han podido comprobar políticos europeos que no siguen los dictados de la UE/OTAN y han sido detenidos de manera abusiva (y silenciada): muestras tus cartas, te entregas, les facilitas sus medios ya mecánicos de control ¿Y la izquierda? ¿Qué izquierda? Es inútil esperarla. Está visto que con el aplauso mediático su derribo es una fiesta.

Sabes que escribirlo en las hojas volanderas de un periódico no sirve para nada, como no sea para echar bencina a una pobre hoguera social que no tiene la fuerza de las que ahora mismo encienden calles en París, Berlín o Roma en contra de la OTAN y de las políticas criminales de destrozo social y de empobrecimiento de todo el que no pertenezca a la casta dirigente... En mi opinión, subjetiva, sectaria y maliciosa... pero menos que los discursos oficiales.

Leo en los diarios de Rafael Chirbes (escritor por desgracia difunto): “¿Dejarles a estos payasos la exclusiva de la narración del tiempo que he vivido?”, porque la de esta siniestra tropa suena a orden del día, a dogma, a consigna de propaganda.

España envía generadores eléctricos a Ucrania, mientras el termitero de Cañada Real lleva dos años sin luz. ¿Por qué no los manda Estados Unidos, que es quien ha armado esta guerra desde hace años y más años? No, los Estados Unidos están para hacer el gran negocio con una Europa que ha ido perdiendo sus soberanías nacionales y está cada día más controlada por el brazo armado de los Estados Unidos: la OTAN.

Europa entera se rasga las vestiduras porque instructores extranjeros ayudan a los rusos, mientras las retaguardias hierven de campos de entrenamientos oficiales y la misma Ucrania está plagada de mercenarios y de agentes extranjeros de todo tipo en busca no de la paz, sino de la derrota total de Rusia y del dominio económico y político de Europa, sin fisuras.

Rusia bombardea ciudades en las que hay civiles, Ucrania también lo hace con las armas facilitadas en cantidades ingentes por los países de la OTAN, pero esto se silencia de manera implacable.

Ante ese siniestro panorama, los componentes del desfile carnavalesco hacen lo que está en su mano: hacerse ricos lo antes posible por lo que pueda pasar, por cuenta del pingüe negocio patriótico-guerrero. La guerra de Ucrania viene bien para silenciar las miserias nacionales, que son muchas. La guerra de Ucrania está ahondando unas trincheras sociales en las retaguardias lejanas (la nuestra) ya trabajadas por la pandemia: ni no entendimos ni nos entendemos ni nos vamos a entender, ni siquiera ante asuntos que nos atañen a todos. Imponerse, vencer, acogotar... un enemigo siempre al frente para que la pólvora no se moje y se puedan afilar los colmillos con la piedra de amolar de la actualidad.

La guerra de Ucrania viene bien para blanquear la ascensión imparable de la ultraderecha, como en esa Polonia siniestra que tiene secuestrado al reportero Pablo González, con la complicidad absoluta del Gobierno español como viene denunciando su familia. No es un caso aislado. Los abusos policiales menudean en este clima. Todo lo que no está en relato oficial de este carnavalesco patio cuartel se silencia, el ardor guerrero puede con todo. No hay patraña que no pueda encubrir... Anda, pon otra ronda, que se ha hecho tarde.