En esta esquina se habla mucho del Casco Viejo de Pamplona. Lo sé, pero han de admitir que en demasiadas ocasiones es tratado como el capacico de las hostias. De puro quererle –que no digo lo contrario– y de tanto querer celebrarlo todo entre sus calles, vamos a terminar con las pocas opciones de vida (de vida normalizada) que le quedan. Es por ello que cualquiera que haya paseado últimamente por la zona se habrá sorprendido de la cantidad de casas que están en venta. Hasta ayer, carteles con “Se vende/Salgai” colgaron de balcones y ventanas en una campaña en la que se invitaba al vecindario a dejar bien claro su deseo de vivir en un barrio y a denunciar la altísima densidad de establecimientos hosteleros, el hecho de que más de la mitad de los apartamentos turísticos de la ciudad se encuentren allá, la constante ocupación de vías y plazas para desarrollar actividades ajenas a sus moradores y el proceso de privatización del espacio público que ha hurtado los lugares que quedaban para el juego y la práctica deportiva. Todo ello se concentra en una zona en la que vive menos del 6% de la población pamplonesa y que, entre una cosa y otra, se sabe impotente para frenar el continuo descenso de su número de vecinos. Por poco que cada uno quiera su barrio, no le desea semejante destino.