A vueltas con la división de la izquierda. Entre desencantos y escozores. El asunto no es nuevo. Desde la Primera hasta la Cuarta Internacional (1864-1938), la división en la izquierda es una constante histórica. La izquierda siempre ha querido cambiar el mundo. Liberar al género humano de sus servidumbres. Pero esta operación logística de transformación requiere estrategia, táctica y organización. Y un soporte ético de altura. Así que ponerse de acuerdo en este fin sublime tiene un alto coste. Todo lo contrario que la derecha, guiada en bandada por la pulsión acumulativa a coste cero.

En el proceso de unidad entre Sumar y Podemos se han podido cometer errores por ambas partes. Sí. Pero más allá de las primarias lo que pesa, creo, son otras cuestiones: ¿Vale la pena la apuesta “transformadora” del actual gobierno de coalición PSOE-UP, sí o no?, ¿Considera una parte de izquierda (que acusa a la “otra” de jugar al reformismo sin reformas), que la participación política en el gobierno del PSOE es una forma de avalar el capitalismo neoliberal ? Y finalmente, ¿ sigue siendo la revolución una opción, o solo queda una política gerencial (revolución sin calorías) para gestionar los efectos perversos del capitalismo?

Si esto fuera así, creo que solo una parte minoritaria del electorado de izquierdas, muy ideologizado y políticamente activo, juega a grande con estas cuestiones. Y las esgrime como líneas rojas para firmar el convenio de unidad entre Sumar y Podemos. Mis respetos. Pero sinceramente, es una putada andar así cuando sientes el aliento cuartelero de la derecha y la extrema derecha soplándote en el cogote.

Porque la amenaza vengativa y antidemocrática que encarnan Feijóo y Abascal da miedo. Y sí, vamos sobrados de democracia excrementicia, pero imaginar a la derecha de nuevo en el poder nos jodería la vida y no solventaría esas cuestiones. Al lío pues.