António Costa, ya exprimer ministro de Portugal: le confieso que no sé qué opinar de su inusualmente rauda dimisión apenas ha trascendido que está siendo investigado por un caso de corrupción en proyectos energéticos. Frente a la habitual tendencia a atrincherarse en la silla, ha decidido salir por su propio pie, argumentado que “ser investigado es incompatible con la dignidad del cargo”. La interpretación a su favor de tal comportamiento es que ha optado por sacrificarse antes que ser objeto de duda. Pero, si le da la vuelta al razonamiento, también cabe pensar que, si verdaderamente no ha hecho nada, está convencido de ello y puede probarlo, lo que debería haber hecho es quedarse en el puesto. Su marcha alimenta la sospecha y mancha la imagen de quien teníamos como gobernante ejemplar. Una pena.