La violencia contra las mujeres la cometen hombres. Hombres de todas las edades –estremece el relato de la violencia sufrida por adolescentes a manos de chicos de su quinta–, niveles, colores, ideologías y condiciones. Hombres animados por una misma corriente alimentadora que activa pensamientos y comportamientos similares ante las mujeres y que esos hombres entienden basados en su indiscutible superioridad. Pobres y ricos, padres e hijos, empleados y jefes, racializados y no racializados, progres y carcas, listos y tontos reaccionan igual a su estímulo.

Si usted es hombre, ¿ha tenido alguna vez un pensamiento parecido? Digo pensamiento o ni eso, un chispazo, una pequeña alarma. Si lo ha tenido, bienvenido al planeta, sería extraño que viviendo en un mundo machista no le hubiera pasado nunca. Si lo ha descartado e interiormente se ha recriminado por haberlo albergado siquiera un momento, bienvenido a la percepción de los derechos de las mujeres que no son sino derechos humanos. Es así de simple.

Si es usted de este último tipo de hombre, confío en que sea consciente de que vive un momento histórico, una oportunidad de hacerlo mejor. Lo que no haga se quedará sin hacer y ya conocemos las consecuencias. Es usted un referente para otros hombres de su entorno. Le va a tocar hablar, dejar claro que no tolera ciertos comentarios ni comportamientos ni en la vida real ni en la digital, le va a tocar acompañar a otros, denunciar situaciones de desigualdad, prestigiar comportamientos igualitarios, ser parte activa de la educación sentimental de sus hijos, alumnos, entrenados…, reconocer lo de cada uno y cada una, repartir lo que hay, aceptar el no, primar el pacto sobre el dominio, el encuentro sobre el asalto, el consenso frente a la goleada. Tiene usted mucha tarea por delante y es para bien.