Una cosa, ¿el ser humano, se está volviendo loco irremediablemente? Esa pregunta, últimamente, nos hacemos todos, claro. Y todos tendemos a creer que la respuesta es sí, supongo. Sin embargo, yo creo que no. Yo no diría que nos estamos volviendo locos. Yo diría que nos estamos volviendo otra cosa. Pero no locos. Locos siempre hemos estado, Lutxo, viejo amigo. Lo de ahora es distinto, creo. Ahora nos estamos poniendo tiesos. Nos estamos poniendo exigentes. Eso es lo que creo. Caprichosos. Ahora quiero esto, ahora quiero lo otro y lo quiero ya. Con lo bonito que era esperar a que se cumpliera un deseo, ¿te acuerdas, Lutxo?, le digo. Y me suelta: Pues yo me voy a pasar el puente a Cancún. Pues que te den por ahí betún, le digo yo. No hay nada como una mala rima rápida.

Ahora bien, que la vida es un no parar, eso ya lo sé, claro. Eso lo entiende cualquiera. No obstante, de vez en cuando, es conveniente parar un poco. Esa es mi tesis de hoy. Aunque solo sea para pensar a dónde quieres ir. O a dónde estás yendo sin querer, claro. Primero se te olvida esto, luego se te olvida lo otro y, al final, ya no sabes si vas o si vienes. Si vienés o si vals. Perdón por el chiste malo, no lo puedo evitar. Voy a apagar esto. Pero, un poco de calma, a eso iba. La calma es revolucionaria. Ese es el mensaje que había pensado para hoy. Hay que mantener la calma. No hay que dispararse. La respuesta es no dispararse. Porque, si nos disparamos todos, esto va a acabar siendo insoportable. El ser humano, no es que se esté volviendo loco, loco ya está. Lo que se está volviendo ahora es otra cosa. Algo peor. Se está disparando. Este es mi mensaje de hoy, aprovechando que es 29 de noviembre, fiesta en la ciudad y además, casualmente, el día internacional de la solidaridad con el pueblo palestino. Calma.