Mugak Zabalduz colocó esta semana en la Taconera varias pancartas con el mensaje Jesús, María y 100 personas más duermen hoy en la calle en Pamplona a la vez que criticaban que el Ayuntamiento de Pamplona y el Gobierno foral “incumplen” su propia regulación de ola de frío. Mucho espíritu navideño pero la caridad cristiana brilla por su ausencia. Y los tenemos muy cerca, duermen debajo de algunos de los puentes por los que paseamos. Con la excusa de no contar con recursos o competencias, se fuerza a estas personas a vivir en la calle con la única finalidad de que se marchen. Pero no lo hacen, ni aquí ni en ninguna de las ciudades a las que han llegado. Porque no somos la única. Como sociedad podemos tomar dos opciones, cerrarles las puertas, marginarles en guetos y, si es posible, deportarlos. O, por el contrario, articular los medios necesarios para una acogida digna. Mientras el Gobierno y el Ayuntamiento de Pamplona se pasan la pelota para eludir el problema, malviven en calle un centenar de personas, la mayoría jóvenes magrebíes de entre 18 a 35 años, aunque también hay algunas mujeres muy vulnerables, según las ONGs.

A finales de mes estas asociaciones hicieron una campaña para recoger mantas y sacos de dormir. También desde el París 365 están pidiendo ahora mantas, sacos de dormir y ropa de abrigo que se pueden entregar en Geltoki o en el comedor social. Mantas para que no mueran de frío estos chavales “abandonados a su suerte por el sistema público” y obligados a esconderse al no tener papeles. Comida no les falta gracias al apoyo de muchos colectivos que se sostienen que la ayuda de voluntarios y voluntades. Desde el París 365 sin ir más lejos observan cómo en el comedor ha cambiado de edad y “hay mucha más gente joven, sobre todo procedente del Magreb”.

Mientras que la juventud local mantiene sus redes familiares, que le permiten “no caer en la exclusión severa, en la que se encuentra generalmente la juventud migrante, llegada muchas veces antes de cumplir la mayoría de edad”. Isabel Díez, del PIM, refrenda que muchos de estos chavales llegan sanos pero, al dormir en calle, terminan contrayendo enfermedades, sufren mordeduras de ratas o quemaduras. “Ya no es sólo un problema de alojamiento sino de salubridad”. Y recuerda que en el albergue de Trinitarios, las prioridades de entrada son: mujeres, enfermos, personas mayores y el resto si hay plazas, por ese orden, de modo que estos chavales no entran. Y el nuevo espacio para personas sin hogar que anunció Iruña en González Tablas no tiene aún fecha de apertura.

“Empadronar no significa que tengan habitación, nosotros empadronamos para que puedan tener Unidad de Barrio y empezar un proceso de integración”, indica Díez. Empadronar es la llave para obtener un permiso de residencia y trabajo, pasaporte, permiso de conducir, Renta Garantizada, Servicio Navarro de Empleo, VPO, atención médica, votar, etcétera. De ahí que muchas personas con contratos de alquiler irregulares o en situación de calle se están quedando en “los márgenes del sistema”. Han pasado de ser inmigrantes a ser vagabundos.