Arranca oficialmente la campaña electoral en Galicia con la, según casi todas las encuestas, muy remota posibilidad de que el PP pierda la mayoría absoluta alcanzada y retenida en su día por Alberto Núñez Feijóo. Para descalbagar a su delfín, Alfonso Rueda, del Gobierno autonómico haría falta que el voto de izquierda y el nacionalista repita los resultados de las últimas generales merced a una movilización similar a la de entonces, de más del 73%, entre 18 y 24 puntos por encima de las registradas en las tres últimas citas autonómicas. La novedad del candidato popular y la ausencia de referencias sobre su rendimiento electoral abre una espita de duda en su partido, que ha empezado por situar Galicia como terreno de juego del pulso con Pedro Sánchez en Madrid. Una estrategia que tiene su cara y su cruz. Por una parte, permite a Núñez Feijóo manejarse como referente de éxitos pasados y estar muy presente en una campaña en la que él mismo se juega mucho más que la presidencia de la Xunta para su sucesor. Su liderazgo saldría tocado si su imagen acaba vinculada a una eventual pérdida de peso en su feudo tradicional. Además, el pulso de las elecciones gallegas con Sánchez también permite a este reforzar la posición del PSdeG en los debates electorales, en tanto el foco local y sus problemas y necesidades puedan quedar en un segundo plano. La apuesta de ambos es arriesgada en tanto el Partido Popular y el PSOE buscan prouectar un cara a cara olvidando que el BNG apunta a segunda fuerza política. En ese sentido, los ejes de la estrategia de ambos partidos de ámbito estatal dejan el terreno de los mensajes sobre Galicia en manos de los nacionalistas. El PP admite que concibe ésta como una campaña contra Pedro Sánchez y al presidente del Gobierno esta situación le resulta una palanca que piensa utilizar para activar voto útil de izquierda en torno a su sucursal gallega. Está por ver si los votantes gallegos compran que sus necesidades y expectativas se ven frustradas o satisfechas por una ley de amnistía o por su bloqueo; si van a elegir el piloto de sus instituciones durante cuatro años pensando en descabalgar o en consolidar a Sánchez o si, precisamente, un tono agrio y alejado del día a día de su realidad económica, social, laboral y cultural no redundará en un desencanto que se traduzca en menor participación.