Me he planteado si pedir a ChatGPT un texto subjetivo sobre Sora de más o menos trescientas palabras. Como saben, Sora puede crear vídeos que dan el pego a partir de un texto, por ejemplo, animado grupo familiar hace karaoke en una casa rural de un pueblo pirenaico. Se escuchan carcajadas, hay una chimenea encendida. Filmación amateur. El encuadre se inclina en algún momento.

Era un decir, no uso ChatGPT, pero me habría solucionado la columna en un pispás, aunque no creo que me ahorrase tiempo, porque teniendo en frente a una máquina, lo más probable es que me emplearía a fondo corrigiendo y retocando el producto en un intento de apaciguar a la humanita amenazada y analógica que llevo dentro y convencerla de que la herramienta aún es tosca.

Pero, por otra parte, sería la oportunidad de comprobar qué opinan estas criaturas unas de otras. ¿Pueden colaborar, llevarse la contraria, establecer alianzas interesadas o leales, son simbióticas, competidoras? ¿Se sienten destronadas unas por otras o son conscientes de que cada una defiende una trinchera en un momento determinado y ya? ¿Se saben efímeras? ¿Qué diría ChatGPT de Sora si se le tirase de la lengua? Aquí hay un guion.

Yo creo que chupan sangre como las garrapatas. Son parásitas. Lo que alimenta a la inteligencia artificial generativa para elaborar sus producciones lo han imaginado, dibujado, escrito, filmado o compuesto personas a quienes ni puede reconocer ni está diseñada para recordar, así que no pierde tiempo en títulos de crédito ni citas ni notas a pie de página ni agradecimientos. Es como un adolescente subidito a quien nadie ha puesto límites y que piensa que el mundo es suyo. Tampoco paga lo que devora y amenaza la subsistencia de currantes y currantas de las profesiones creativas, bastante precarizadas, por cierto.