Las librerías son como las farmacias, lugares a los que se entra con la confianza de que allí te van a recomendar o recetar aquello que realmente necesitas. Los libros a veces nos eligen como lectoras y tenemos claro el título que queremos, pero otras tantas no sabes que escoger en medio de ese mar de novedades que llenan las estanterías, y más cuando se trata de regalar y acertar. Por eso es preciso contar con alguien que sepa y decida por ti y que te avise de los efectos secundarios de algunas lecturas.

Las librerías son espacios de cultura, de encuentro, de conversación y de palabras; lugares de los que sales sabiendo algo nuevo o al menos con la curiosidad activa y la posibilidad de aprender. Los libreros y libreras son una parte esencial del sector del libro, como los farmacéuticos lo son del sector sanitario, y los libros, no solo en su parte educativa sino en la de ocio, son esenciales para la vida de muchas personas. Libros sanadores como una medicina si la tomas a tiempo y das con la dosis correcta.

Por eso está bien que existan librerías en las ciudades, en los barrios, en los pueblos... tenerlas cerca. Son negocios difíciles en este siglo, pero gratificantes como lo han sido durante años. Y por eso es una mala noticia cuando un local se cierra, cuando tiene que bajar la persiana por no poder mantenerse en un mercado donde la compra online y la piratería ha hecho mucho daño, pero sobre todo, un sector de complicado relevo generacional. Lo estamos viendo en Pamplona, ahora con la librería papelería Abarzuza, el local de Santo Domingo gestionado por Marcela y Rafael que es mucho más que un negocio.

Se jubilan después de toda una vida al frente y les gustaría que alguien cogiera el testigo. No está fácil. El barrio está pendiente, porque nadie quiere que ese punto de venta de libros y muchas más cosas, donde cada mañana de San Fermín se citan corredores para comprar la prensa y dejar sus llaves y móviles a buen recaudo, desaparezca. Hace unos días en el Congreso de Librerías celebrado en Pamplona se habló precisamente de la importancia de dar con la fórmula para evitar el cierre de estos establecimientos y facilitar ayudas para la apertura de otros nuevos. Pero la fórmula todavía no se conoce. Mientras, los libreros y libreras siguen haciendo su trabajo, recomendarnos libros y sus últimas recetas son de premio: La nieta, de Bernhard Schlink; Biziaroak. Herri Kultura, de Xamar; y María la Jabalina, de Cristina Durán y Miguel Ángel Giner. Ahora está en nuestras manos seguir sus consejos y leerlos.