El estercolero de la política española es como la olla mágica del cuento: crece y crece sin parar. Cuando parece que no hay lugar para un gramo más de guano, los suministradores habituales de ponzoña -que son muchos y de variado pelaje ideológico- se las ingenian para seguir vertiendo quintales de material fétido.

Lo último, que seguro que ya estará superado a la hora en que lean estas líneas, es que el jefe de gabinete de la presidenta de Madrid ha reconocido que difundió el bulo de que dos periodistas encapuchados a los que identificó con nombre y apellidos estuvieron acosando a los vecinos del inmueble en el que viven Isabel Díaz Ayuso y su pareja, el señalado por fraude fiscal Alberto González Amador. Con su desparpajo habitual (lean “falta de escrúpulos”), Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR, le quitó hierro al asunto escudándose en que había soltado la falsa acusación en un chat privado de periodistas.

Y EN EL CONGRESO...

Por desgracia, no es ninguna sorpresa que varios medios dieran pábulo a la patraña. Tampoco que, una vez descubierto el pastel, hayan pasado kilo y medio de rectificar. Para nota o, más bien, para intervención de la fiscalía, la reacción del desbarrador diestro Federico Jiménez-Losantos llamando a usar la violencia contra los reporteros puestos en el disparadero. “Es que es lo único que entienden”, sentenció el locutor de EsRadio.

El perfecto correlato de estos hechos pútridos volvió a estar en el Congreso de los Diputados. Parecía imposible superar la bilis derramada en las sesiones de la semana pasada. Sin embargo, esa plusmarca quedó pulverizada en la jornada de ayer. Con toda la razón del mundo, los portavoces de la mayoría de fuerzas que apoyan habitualmente al Gobierno español de coalición afearon a su partido mayoritario, el PSOE, y al PP haber contribuido a convertir el hemiciclo en un barrizal.

“Da la impresión de que se busca crear un ambiente irrespirable”, lamentó el jeltzale Aitor Esteban, después de presenciar el espectáculo de los dos grupos mayoritarios de la cámara intercambiándose excesos verbales a cuenta del caso Koldo-Ábalos y del marrón que envuelve a Isabel Díaz Ayuso. Es tremendo pensar que la espiral no se detendrá.