Hay cosas, cada vez más, sobre las que cuesta escribir. Mi suegra suele decirme que en ocasiones estas columnas carecen de inspiración. Creo que no le falta razón. Y es que la realidad que explota cada día al punto de la mañana ya viene encabronada de serie. Y cuesta desactivarla, desnudarla de toda inflación perversa para hacerla inteligible.

Cada lunes me cuesta más montar el esqueleto argumental que sostenga esta columna. Y no es que no haya temas. Es que esos temas tienen cada vez más aristas, más intersecciones. Un ejemplo: el PSOE quiere retomar el debate sobre la prostitución. Se quiere reformar el Código Penal para perseguir a los proxenetas y clientes de la prostitución. En España, 40.000 mujeres se encuentran en situación de prostitución. Sin embargo se han ampliado los discursos legitimadores del consumo de mujeres. Así que abordar este debate que hace sangrar las venas del feminismo y lo desgarra por la mitad, es cada vez más pegajoso.

Me ha pasado también con las tractoradas de los últimos meses. Con esa ausencia en las concentraciones de braceros, mujeres de la fresa o inmigrantes que trabajan en condiciones de esclavitud residencial y laboral. Que algo chirría. Me pasa con los 51 árboles que se quieren talar para hacer el carril bici de la cuesta de Beloso. Tengo dudas. Pero soy incapaz de confrontarlas dadas las transversalidades de los combates ideológicos abiertos hoy en día. Temas sometidos a una alta ideologización que en ocasiones pierden claridad y ganan en confusión y desconcierto.

El otro día, cenando en “El Temple” con Altube, me preguntó qué me parecía el uso consentido de la IA en el concurso del cartel sanferminero. Recordé lo que Daniel Kahneman decía: «Si lo pienso rápido, tengo más de diez respuestas posibles, y algunas muy buenas. Si lo pienso despacio, la única respuesta honesta que se me ocurre es no sé». Pues eso.