La Itzulia sufre una triste plaga de caídas en las que se ven involucradas grandes figuras como Vingegaard y Evenepoel, y junto a los análisis prudentes de los ciclistas se cuelan en las redes sociales argumentos de muy baja estofa: que si las carreteras que recorre la Itzulia son peligrosas –dicho, con un par, en plena temporada de clásicas del pavés; seguro que mañana en la París-Roubaix no se cae nadie–.

Que si es un error no hacer el primer o segundo día una etapa selectiva en la general –como si no estuviéramos aburridos de ver por ahí fuera vueltas que se deciden por las bonificaciones–.

Y, en el trasfondo, un injusto desdén al hablar de la Itzulia –como si no fuera, por prestigio y participación, la cuarta o quinta mejor vuelta del ciclismo–.

Y, mientras, los corredores admitiendo lo obvio: que en el ciclismo profesional cada vez se va más rápido, y todos quieren estar delante, y urge una reflexión para evitar males mayores.